El pianista director Vásáry

Son muchos los instrumentistas y compositores que se entregan con entusiasmo al arte de dirigir, con lo que volvemos al principio de una historia relativamente breve: la de la dirección de orquesta.Uno de los incorporados al nuevo oficio, sin abandonar el anterior y aun simultaneándolos, es el húngaro Tamás Vásáry (Debreczen, 1933), premio Franz Liszt en 1948 y lanzado a los medios europeos y americanos a finales de los años cincuenta como un especialista chopiniano.

En realidad es un pianista de más amplios horizontes, pues posee una sensibilidad hecha de mil sutilezas, gracias a la cual, y a su técnica preciosista, pudo darnos ahora una versión extraordinariamente atractiva del Concierto en do mayor, K 503, de Mozart.

Se trata, junto a la Sinfonía en re mayor (Haffner), de la primera reverencia dedicada por la Orquesta Nacional de España (ONE) al gran Amadeus en el bicentenario de su muerte temprana, acontecimiento, por cierto, más apto para la deploración que para el festejo.

El músico Vásáry, su pensamiento y su sentir, pasan en todos sus valores sustanciales desde el teclado hasta el podio, pero las realizaciones, al menos en régimen de director huésped con ensayos limitados, separan bastante al conductor del pianista, lo que sucede en casi todos los casos, incluso en algunos muy ilustres, de multiplicidad interpretativa.

Con todo, la Haffner se escuchó con agrado en el Auditorio Nacional, y los resultados superaron los obtenidos en la Sinfonía de la Reforma, interesante, pero inferior a otras de Mendelssohn. La obra no quedó desentrañada como probablemente el pianista director puede hacerlo. Fue más bien una interpretación hilvanada antes que cosida, con momentos de brillantez a los que el público respondió con muchos aplausos.