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Reportaje:

Cibeles vio esfumarse a los atracadores

11 años después no se han recuperdo los 100 millones robados en el Palacio de Correos

La diosa Cibeles, montada en su carro de piedra, vio huir a los atracadores que minutos antes se habían apoderado de 100 millones de pesetas en el Palacio de Correos. Fue un golpe limpio, perfecto, audaz, meticulosamente estudiado durante meses. Un robo que ya figura inscrito en los libros de la pequeña historia del crimen. Ocurrió el 30 de abril de 1979. Ha transcurrido ya más de una década, y durante este tiempo no se ha recuperado ni uno solo de los billetes sustraídos. Pero la policía dice que no ha perdido la esperanza de poder sacarse esta espina algún día.

El reloj de la hermosa torre del Palacio de Correos, obra de los arquitectos Antonio Palacios y Julián Otamendi, marcaba las siete de la mañana. Un grupo de seis empleados, como hacían a diario a esa misma hora, transportaban varias sacas de dinero desde la caja fuerte hasta la sección de giros de cartería. Con la misma rutina de siempre, dos policías nacionales escoltaron a los carteros hasta llegar a un pasillo prohibido al público.Segundos después de que los porteadores del dinero quedasen sin protección, Fueron sorprendidos por cuatro pistoleros. Dos de éstos vestían uniforme de cartero; el tercero, que era de baja estatura y usaba gafas, iba enfundado en un pantalón vaquero y un jersei verde; y el cuarto fue descrito como un hombre alto, con bigote rubio y que hablaba con acento andaluz.

"Si no colaboráis, os volaremos la tapa de los sesos", dijo uno de los atracadores. A empujones metieron a los carteros en un lavabo y los maniataron con esparadrapos. Antes de desaparecer con 80 millones en metálico y 20 en cheques al portador, los delincuentes advirtieron a las víctimas: "Tenemos tomado todo Correos. Como salgáis de aquí antes de 10 minutos, os freímos a tiros". Y al decirlo, su tono de voz no dejaba lugar a dudas de que hablaban en serio.

Una empleada del servicio de limpieza, sin embargo, descubrió a los carteros antes de que se cumpliera el plazo. Pese a eso, ya era demasiado tarde para dar la alarma. El reloj de la plaza de Cibeles marcaba las 7.25 cuando algunos empleados de cartería se cruzaron en la puerta J del edificio con unos presuntos compañeros que portaban seis sacas.

Los ladrones corrieron hacia un Simca 1.200, de color ceniza, con matrícula. de Soria, aparcado, ante la fachada vienesa del palacio, en la calle de Montalbán, donde esperaba un quinto hombre. El grupo huyó a toda velocidad y Cibeles vio cómo sus integrantes reían con indisimulada satisfacción. El golpe les había salido redondo.

El entonces director general de Correos y Telecomunicaciones, Enrique Rivezola Pelayo, declaró: "El atraco estaba muy preparado y se hizo con un conocimiento preciso del interior del palacio, que es muy complicado". Y añadió: "Los autores han podido tener conexiones con el personal de la casa o con gente que se contrata temporalmente. Sólo lo ha podido hacer gente que conoce esta casa".

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Había, además, otro dato importante. A las personas que pretendían pasar a la parte del edificio a la que no tiene acceso el público en general se les exigía el DNI y se les facilitaba una credencial de visitante. En cambio, el uniforme era un auténtico salvoconducto para los empleados. Pero en esta ocasión se demostró, una vez más, que el hábito no hace al monje.

La Brigada Judicial se hizo cargo de las investigaciones y coincidió con las apreciaciones del director general de Correos. Los inspectores sospecharon también que los atracadores habían contado con un santo (un informante) en el propio palacio, por lo que los empleados, fijos y eventuales, se convirtieron en sospechosos.

Los sabuesos de la Judicial miraron con lupa a todos los empleados del servicio postal. Tras descartar a cientos de potenciales colaboradores de los ladrones, se quedaron con dos carteros. Uno de los sospechosos tenía antecedentes penales por bronquista y pendenciero, además de que en ese momento atravesaba por dificultades económicas. El otro trabajaba en la oficina de Móstoles y era natural de la localidad toledana de Talavera de la Reina.

Mafiosos marselleses

Curioso. El 30 de marzo de 1979, es decir, exactamente un mes antes del gran golpe, se había producido un hecho significativo en Talavera de la Reina: unos desconocidos, provistos de una llave falsa, asaltaron una sastrería del número 47 de la calle de Alféreces Provisionales para apoderarse de 50.000 pesetas y seis guerreras de color gris, correspondientes al uniforme oficial de Correos.

¿Era ésta la clave para dar con los atracadores?

Todas y cada una de las pistas seguidas por los 10 hombres encargados del caso acabaron en un callejón sin salida. En algún momento llegaron a sospechar de un grupo de mafiosos llegados desde Marsella (Francia) para robar los 100 millones. Pero las pesquisas no acabaron de cuajar porque varios de los hampones tenían una coartada perfecta. Los policías controlaron también a algunos de los ladrones españoles más profesionales. Ninguno dio muestras de haberse hecho rico de la noche a la mañana.

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