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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Historia y fraude

Leer el apartado de impuestos de las páginas dominicales de EL PAÍS es tarea para mí sencilla, pues me gusta el tema. Pero el domingo 9 de diciembre, José Manuel Díaz Arias trataba de justificar el fraude por la elevada cuantía de los impuestos, lo que creo que es una simplista justifIcación de lo que en España ha sido desde la noche de los tiempos una práctica habitual.Es materialmente Imposible en una carta escribir sobre nuestras costumbres fraudulentas, que llegan allí donde comenzó la primera legislación fiscal y tributaria hasta nuestros días, en que continúan con la misma virulencia.

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Toda la historia de la Reconquista, Alfonso VI, VII, VIII, IX y X el Sabio, Fernando III el Santo, uno a uno tuvieron que legislar contra una sociedad, la española, amiga de que me den y no dar.

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En la Chronica Adefonsi Imperatoris se narran infinidad de fraudes y tropelías del pueblo tratando de evitar los impuestos, el fraude alcanza a infantes, ricos hombres, hidalgos, caballeros y escuderos, habiendo prebendas para obispos, deanes, chantres, capellanes, frailes, clérigos de misa y olla, sacristanes, fámulos y demanderos.

En el campo: los mayorales rabadanes, yegüerizos, yunteros, hortelanos, molineros y colmeneros.

En las villas y ciudades: orfebres, plateros, tallistas, forjadores, espaderos, bataneros, curtidores, tejedores, bordadores, sastres, peleteros. Hacen su agosto: cambiantes, taberneros, posaderos, marchantes, tende ros, arrieros, carreteros y traji nantes.

Y viven como Dios: juglares, saltimbanquis, titiriteros, canta dores, lacayos, mozos de retrete, pícaros, truhanes, alcahuetes y mozas de cántaro, sin pagar un maravedí al fisco. Y también el rey de León Alfonso IX tuvo que reglamentar el procedimiento para impedir los abusos de los juces y les obligó a indemnizar de su peculio a la hacienda perjudicada por sus sentencias. ¡Qué lástima no cunda el ejemplo ahora!Y si el respetado señor Díaz Arias aún duda de nuestra sinvergüencería ancestral le diré que cuando en 1597 el rey Felipe II envía a Sevilla al licenciado Alday para recabar información sobre el fraude y elusión de impuestos, es incapaz de llevar adelante su tarea, pues en el fraude están implicados: jueces y justicias ordinarias, agentes de aduanas, el cabildo sevillano en pleno, la nobleza local, etcétera, y de los más altos a los más humildes habían colaborado en levantar un sólido muro protector en torno a sus actividades y habían tejido una tupida red de complicidades y secretos destinada a preservar sus intereses fraudulentos. Señor Díaz Arias, allí, allá y acullá, ayer, hoy y mañana somos los pícaros "da aquestos regnos", maleantes per se y por naturaleza y no la legislación de cada momento. Nuestra alma pícara nos induce a coger de lo ajeno, teniendo a la Hacienda no como receptora del esfuerzo común, sino como madre de ubres abundantes para mamar de sus pechos. El yo amo a España debiera haberse cambiado por el "yo mamo a España"-

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