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Entrevista:

"Prefería las dos Alemanias"

Pregunta. ¿Qué le parece a usted el teatro de la actual política mundial?Respuesta. Me parece cada vez más grotesco y cada vez más imprevisible. Por ejemplo, Mijaíl Gorbachov: no hace todavía mucho, Reagan le veía como el dictador del reino del mal Entretanto se ha convertido en premio Nobel de la Paz. Simultáneamente, a sus compatriotas les va peor de lo que les había ido en los últimos 60 años. Es también grotesco que el PC, que era precisamente el que quería festejar la revolución mundial, se desintegre sin enemigo externo. La situación de EE UU, que con su rearme se ha endeudado hasta tal nivel que la política americana depende de la banca extranjera, no es menos rara. La política exterior se ha vuelto crecientemente imprevisible. Nadie se atreve hoy a dar un pronóstico fiable de si habrá paz o guerra en el Golfo en un plazo de seis semanas.

Lo grotesco

P. Podría pensarse que la realidad trata de poner en escena una obra de Dürrenmatt, a quien le gusta presentar nuestro mundo como una casa de locos, en 1962 con Los físicos y en 1988 con su última obra, Achterloo. Los protagonistas de la política mundial hablan de forma distinta a como piensan, y piensan de forma distinta a como actúan, de la misma forma grotesca que los personajes inventados por usted.

R. O incluso quizá de forma más grotesca. Tengo la impresión de que el mundo pone en escena una obra mucho más loca todavía: armas atómicas en manos de potentados del Tercer Mundo o la destrucción de la naturaleza desencadenada por la técnica. Esos procesos son absurdos porque la gente quisiera pararlos, pero lo que hacen es acelerarlos. El teatro mundial existente en la realidad ha superado, con sus paradojas, con mucho a mi teatro. Me alegro de haber decidido hace cuatro años no volver a escribir ninguna obra teatral más, pues la perspectiva de la humanidad es verdaderamente apocalíptica.

P. Sin embargo, hay también signos de esperanza. En Centroeuropa y en Europa del Este la situación política parece deslizarse en este momento. La amenaza militar se ha rebajado en esa región y con ella también la incertidumbre.

R. ¿Está usted seguro? La creciente diferencia en el nivel de bienestar entre el Este y el Oeste actúa sobre aquél de forma más bien desestabilizadora. Se espera de una emigración gigantesca de pueblos del Este hacia el Oeste.¿Cree usted que los checos, los polacos y los alemanes están dispuestos a acoger sin más a ese ejército de millones de necesitados procedentes de la URSS? La riada de e migrados tendrá consecuencias insospechadas e imprevisibles, No sabemos qué pasará cuando la economía occidental se meta en otras crisis. El mundo del siglo XX se ha vuelto imprevisible. ¿Quién profetizó, por ejemplo, al final de la II Guerra Mundial, 40 años después, que los dos perdedores de la guerra, Japón y Alemania, iban a convertirse en las superpotencias económicas, superiores a una Norteamérica muy endeudada.

P. ¿Se va a volver también a una nueva Alemania imprevisible? En su libro autobiográfico Laberinto, comparó usted a la Gran Alemania de Hitler con una supernova, con un. supersol explosivo, que quería, todo lo existente antes de hundrise y apagarse como un gigantesco montón de chatarra. ¿Teme usted, como suizo, de nuevo una supernova que pudiera abrasar a su país?

R. Usé la imagen de la supernova para el Japón de entonces y para la Gran Alemania nazi. Ambas tenían algunos parecidos, como por ejemplo la ideología de la raza dominante, el deseo de expansión y el sueño de la autarquía. Y ambos estaban totalmente decididos a expandirse mediante medios militares contra sus vecinos. Ese peligro no puedo reconocerlo hoy en Europa y Japón. Y la amenaza militar se ha trasladado al conflicto Norte-Sur.

P. La fuerza económica de la nueva Alemania da miedo a muchos de sus vecinos.

R. Sí, en ese punto nosotros, pequeños suizos, no podemos más que asombrarnos. Alemania occidental ha comprado legalmente sus territorios del Este. De manera grotesca, la Unión Soviética se ha visto obligada a vender su pieza más preciada hasta entonces, la RDA socialista, por 15.000 o 16.000 millones de marcos. Ahí puede verse una nueva forma de guerrear: Alemania Occidental no habría necesitado para nada una guerra. militar, pues al canciller le bastó echar mano simplemente de su talonario de cheques. Quizá los políticos alemanes echen mano un día de los cheques en Varsovia y compren los antiguos territorios alemanes en la actual Polonia.

P. El teatro político mundial actual da alas a las fantasías dramáticas del escritor Dürrenmatt, de las que todavía no sabemos cómo y cuándo serán, también ellas, alcanzadas por la realidad.

R. Veo al Viejo Mundo metido en una guerra económica en la que se combate con toda crudeza. En el centro del escenario están los europeos occidentales; los que llevan ahora la voz cantante son los alemanes, que están discutiendo cuál es el paso estratégico siguiente en la guerra económica contra Norteamérica y Japón. Al mismo tiempo, en la parte izquierda del escenario, los políticos de Washington insultan a sus grandes prebostes industriales, cuyos bolsillos están saturados de aquellas ganancias que tendrían que haber invertido de nuevo; con eso han debilitado de tal forma la economía de EE UU que los japoneses, en la parte derecha del escenario, se han lanzado a una ofensiva a fondo. Todos se animan a ganar la guerra, pues nadie sabe cuánto tardará el Este de Europa en subirse también a la producción de bienes de consumo y embarullar los frentes.

P. ¿Está definitivamente superado el germanismo de tiempos pasados?

R. No estoy tan seguro de ello. Los suizos reaccionamos en esto quizá de forma especialmente sensible, pero me parece que muchos alemanes se muestran crecientemente nacionalistas. Por ejemplo, ese teatro gigantesco que se representa cada cuatro años como Campeonato Mundial de fútbol: el deporte es hoy el vehículo principal para despertar algo así como una consciencia nacional. Y el deporte nacional adquiere en los medios de comunicación alemanes una importancia tan grande que asusta. No oculto que a mí personalmente me gustaba mucho más el viejo orden de las dos Alemanias. Naturalmente, los alemanes orientales habían merecido un sistema democrático. Pero nunca he entendido por qué debe crecer ahora, de forma ineludible, políticamente, junto lo que históricamente es: parte de una unidad. Siempre me ha parecido una ventaja que el espacio de lengua alemana se forme con Estados diversos. Los pequeños escenarios propios de la pluriestatalidad son los que verdaderamente pertenecen a la tradición alemana, no el Estado unitario. Temo que ese escenario monumental del nuevo Estado unitario alemán pueda llevar a ciertos actores políticos a poses demasiado imponentes o trágicas. La falta de límites fue siempre una inclinación de los alemanes. Cada vez que dejan de sentir sus límites hacen muy mal teatro.

Traducción: Luis Meana. Copyright Die Zeit.

"Más allá del hombre, no hay sentido"

Dürrenmatt, tan terrenal, reflexionó siempre sobre el sentido de la vida y de la muerte, sobre Dios y sobre el papel del absoluto en la existencia humana.Pregunta. ¿Cree usted en un sentido de la vida?

Respuesta. Sólo en la medida en la que la cuestión del sentido se puede plantear por personas para personas. Más allá del hombre no hay sentido. El cosmos no tiene sentido. Pero entre los hombres tiene sentido vivir en paz. A esa concepción la llamo razón práctica. Soy un antimetafísico.

P. Usted describe en su obra el camino de la humanidad en tonos apocalípticos: la muerte está ante nuestros ojos. ,Es quizá la angustia de la muerte la que vuelve grotesca la propia existencia?

R. El miedo a la muerte nace con el hombre. Ese miedo paralizó enormemente a la humanidad. Para tranquilizarse, los hombres inventaron hace unos cuantos miles de años el más allá y desarrollaron la cultura como un poder de protección contra la muerte. Pero la muerte no es ningún problema.

P. ¿Qué significado tiene la muerte para usted? ¿Es quizá la nada?

R. Quizá. Pero puedo imaginarme igual de bien que se existe siempre. Schopenhauer describió que la consciencia del hombre es como un mar en el que la consciencia individual supone una ola. La consciencia existirá mientras exista la humanidad. Y puedo pensar que tras la muerte uno se vuelva nueva ola en ese mar de la consciencia.

P. ¿Se imagina usted esa transformación, con la que usted se convierte en una nueva ola, en una reencarnación?

R. Veo las cosas de forma totalmente antimetafísica. Naturalmente, la consciencia va unida a un cuerpo, pero surgen incesantemente nuevos cuerpos, que llevan la consciencia como olas. Pero con eso no quiero dar a entender de ninguna manera un tránsito del alma. Cuando se muere, uno se ve morir. Y de pronto quizá se mire a la luna, o quizá esté ya uno sentado en ella y la tierra no le resulta ya a uno interesante. Le parece a uno tan idiota que ya no se quiere volver a tener nada que ver con ella. Sobre eso ya discutía yo en la adolescencia con mi padre. Le preguntaba: ¿Cómo es posible que eso no te resulte idiota" Respondía: Eso es lo más grave que puede pensarse. Vale, ,y cómo te imaginas tú el cielo?, le volvía a preguntar, El respondía: Un alegrarse eterno. Mi padre siempre tenía miedo a la muerte. Y eso siempre me llamó la atención. Literariamente, es también necesario que el hombre muera. Es el mejor final para la poesía.

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