Ironía y ritmo
No todo es metal, estrenada en la Sala Olimpia en el marco del nuevo ciclo Danza en diciembre, es el primer espectáculo de Francesc Bravo con su nueva compañía, Rayo Malayo, y arranca con una humareda que se escapa del escenario, a telón bajado, y los ronquidos atronadores de un espectador del entresuelo, que después intentará, a lo largo de toda la obra, participar con mejor o peor fortuna en la acción escénica. Bravo coreografía, sin duda, lo que le gustaría ver como espectador, y su ambición primera es luchar contra el tedio que le producen los pretenciosos espectáculos habituales de danza-teatro. Su remedio es la vuelta a las esencias rítmicas y vigorizantes de la danza, devolviéndole a ésta su valor de juego y su capacidad de magia surrealista. Los bailarines muestran una excelente preparación física, coordinación y desenvoltura para la sugerencia y el dominio del espacio, pero la música -original de uno de los bailarines, Jordi Riera- se impone en muchos momentos en exceso, aunque en algunas de las viñetas como Skascatela y Transcibernético-ska, el coreógrafo parece rebelarse contra esa dictadura. Hay pasajes complejos que apuntan una madurez coreográfica que, por alguna razón, luego no acaba de confirmarse en la serie de pequeños números que componen el espectáculo. En su conjunto, éste es modesto en cuanto a, presentación y medios, pero se ve con agrado, aunque deja la sensación de que, como coreógrafo, Bravo podría dar bastante más de sí.
Rayo Malayo Danza
No es todo metal. Coreografía: Francese Bravo. Intérpretes: Francesc Bravo, Mar Eguiluz, Jordi Riera, Sol Pico, Teresa Berrasategui e Ionunduate. Música: Jordi Riera. Ayudante de dirección: Montse Colomé. Dirección artística: Francesc Bravo. Sala Olimpia, Madrid, 5 de diciembre.
Babelia
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