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Tribuna
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Catastro

Catastro venía de capistratum, hasta que al Gobierno se le ocurrió revisarlo, y ahora viene de catástrofe, vamos al decir. Bien está que los funcionarios de Hacienda aleguen fórmulas para incrementar recursos, pues para eso se les paga. Un Estado con buen tesoro genera prosperidad, lo cual nos beneficia a todos. Pero la voracidad recaudatoria puede producir el efecto contrario, sumiendo en la ruina y en la desesperación a miles de ciudadanos.La vivienda es un bien social, porque se trata de una necesidad absoluta, y frecuentemente constituye el único patrimonio familiar, conseguido tras enormes sacrificios. Numerosos matrimonios el primer plazo para la compra del piso lo pagaron cuando aún eran núbiles, y el último, cuando ella entraba en la menopausia. Muchos están ya jubilados, o sólo quedan las viudas, sin más ingresos que una pensión de miseria. A lo mejor han de hacer filigranas para poder comer cada día, y lo pasan tan mal como se puede imaginar, pero tienen el consuelo de que cobijo no les habrá de faltar, pues para eso precisamente sacrificaron los mejores años de su vida.

Sin embargo, las maniobras especulativas de los inversores han puesto precios disparatados a los pisos, Hacienda reacciona revisando al alza sus valores catastrales y la consecuencia es una brutal subida de la contribución, que gran parte de las viudas y los jubilados no podrán pagar de ninguna manera.

Un alto cargo de la Administración propone el remedio: que vendan el piso y se vayan a otro más modesto. Hasta que lo revaloricen los especuladores y Hacienda suba la contribución, naturalmente, y si tampoco les es posible pagar, que lo vendan también ... Por este procedimiento acabarán en el monte, claro. Pero quizá tengan suerte y mueran antes, pues entonces se vengarán de Hacienda, del catastro y del alto cargo ése haciéndoles desde el más allá una higa. Y sin soltar ni un duro.

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