Thatcher reitera que luchará "para vencer"
La primera ministra británica, Margaret Thatcher, reiteró ayer su decisión de "luchar para vencer" en el desafío por el liderazgo del Partido Conservador, entre rumores de que parlamentarios que votaron por ella en la primera ronda habían anunciado su propósito de apoyar a Michael Heseltine. La dama de hierro confirmó su determinación de combatir tras intensas especulaciones de que una comisión parlamentaria había intentado infructuosamente convencerla de que debía renunciar en favor de un candidato más capacitado para derrotar a Heseltine.
Thatcher demostró ayer que ella es quien decide sobre su propio destino, tras una mañana de conversaciones con los más influyentes miembros del Partido Conservador, quienes presuntamente intentaron la hercúlea tarea de que se desdijera de su rauda decisión del día anterior de comparecer en la segunda vuelta en favor de un candidato capaz de suscitar un apoyo masivo. El anuncio de París había cortado de raíz las expectativas de algunos miembros del Gabinete como Douglas Hurd, en Exteriores, y John Major, en Hacienda, quienes ayer avalaron la candidatura de Thatcher.El frenesí del martes alcanzó ayer los límites del paroxismo en el palacio de Westminster y en Downing Street con idas y venidas, telefonazos y conciliábulos innúmeros hasta que Thatcher le puso súbito fin al anunciar: "Sigo luchando. Lucho para vencer".
Los seguidores de Thatcher se habían pasado la mañana analizando las posibilidades con que cuenta la primera ministra de derrotar a Heseltine el próximo martes. La versión oficial es que Thatcher obtuvo en la primera vuelta una mayoría de 52 votos que debería ser suficiente para lograr una victoria en la segunda ronda. A quienes pregonaban esta tesis les traicionaba su sombrío rostro, aunque se sentían reconfortados con la adopción de medidas para hacer más poderosa, atractiva y creíble su campaña, con la que esperan convencer a los dudosos y abstencionistas de que no hay mejor líder que la dama de hierro.
Por un puñado de votos
Thatcher se quedó a cuatro votos de la victoria matemática y una de las razones de la alienación de esos sufragios críticos ha sido el poco interés mostrado por los responsables de su campaña de atraerse a todos los potenciales votantes. A algunos ni siquiera se les pidió el voto.
La facción contraria hacía otra interpretación de los resultados al señalar que basta con que 18 de los votantes de Thatcher retiren el apoyo que le brindaron en la primera ronda para que no alcance los 187 sufragios que dan la victoria. Heseltine declaró que varios parlamentarios le habían manifestado "que tras haberla apoyado en la primera ronda ahora se sentían liberados, y que había llegado el tiempo del cambio".
Los heseltianos están convencidos de que la ola se ha movido decididamente a su favor y que la popularidad de Heseltine, reflejada en los sondeos de opinión que se vayan a publicar en los próximos días, no hará sino incrementar el atractivo de su candidato. La principal razón que movió a muchos de quienes anunciaron que dejaban a Thatcher para votar a Heseltine es que el ex ministro de Defensa ofrece más garantías de derrotar a los laboristas en las próximas elecciones.
Thatcher hizo su declaración de luchar para vencer al salir de su residencia camino de los Comunes donde informó de las conclusiones de la cumbre de París. En el debate subsiguiente, sólo Paddy Ashdown, líder demócrata liberal, planteó la cuestión del liderazgo, en términos de crespúsculo de la vida política de la primera ministra, quien le replicó que el día tiene 24 horas.
El futuro de Thatcher será abordado hoy en el debate sobre la moción de censura presentada por Neil Kinnock. El líder laborista considera que el Gobierno no está en las presentes circunstancias capacitado para dirigir a la nación. Algunos de los parlamentarios conservadores más derechistas han sugerido en el pasado que preferirían un Gobierno laborista a uno conservador con Heseltine, pero es más que improbable que tal despropósito les lleve a votar hoy con los laboristas.
Lo que más une a los conservadores es su aborrecimiento del laborismo y muy bien pudiera ser que la moción de censura suponga una inesperada ayuda para Thatcher, a la que resultaría poco menos que inconcebible apoyar un jueves y arrojar por la borda el martes siguiente.
La hipotética victoria de Thatcher el martes será insuficiente para evitar la conclusión de que la hora de la primera ministra ha pasado. Thatcher no cuenta con el apoyo de la mitad de su partido y ese dato le perseguirá como un fantasma. Los más sazonados observadores de los avatares de Westminster estiman que, si vence, la primera ministra acabará renunciando en la primera mitad del año que viene.
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