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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pajarera Dromesko

Un insólito circo de criaturas aladas recoge la herencia poética del Théâtre, Zingaro

Bartabás, Branlotín e Igor Dromesko, los hermanos del célebre Théâtre Zingaro, uno de los proyectos artísticos más singulares del teatro contemporáneo, continúan sus carreras artísticas por separado. Igor ha creado la Volière Dromesko, una gran pajarera en la que conviven 100 pájaros, 11 hombres-pájaros, incluida una mujer que canta como un pájaro; unos músicos que arrancan de sus instrumentos voces de pájaros, y un par de caballos alados. Toda la poesía del Théâtre Zingaro, se vuelca ahora sobre la pajarera Dromesko hasta límites insospechados. El insólito montaje, Des oiseaux et des hommes, pudo verse recientemente, en el festival Sigma 26 en Burdeos y se presentar próximamente en Nimes.

Primero fue el Cirque Alligre, del barón Alligre. Igor sostenía una rata, cogida por la cola, con una mano. No era ningún ratoncito; era una rata, viva. Igor miraba la rata como quien mira un jamón, sacaba la lengua, se relamía de gusto, abría la boca y metía dentro la cabeza de la rata. Luego se cubría la cabeza con una jaula y permanecía así unos buenos segundos, los brazos extendidos, el pecho desnudo, con las patitas del roedor agarradas a su cuello. El público giraba el rostro horrorizado, había incluso quien vomitaba.

Gato amaestrado

Luego vino el Théâtre Zingaro. Ya no había rata pero había gato, un gato amaestrado que saltaba por entre un aro de fuego. Los hermanos seguían ahí: Igor , Bartabás, Branlotín... La figura era entonces Bartabás y sus hermosos caballos. Pero también las ocas y los pavos, la carroza mortuoria, la música zíngara... la luz de las velas y las copas.Ahora los tres hermanos se han separado: Bartabás y el Théâtre Zingaro se han quedado en París, con más caballos que nunca: Igor ha creado la Volière Dromesko y Branlotín el Théâtre Krill que acaba de estrenar un espectáculo, Le sang mêlé de la mer, que, según se cuenta, no ha funcionado demasiado bien. Igor y Branlotín, a diferencia de Bartabás, no tienen sus respectivos teatros asentados en ninguna parte. Viajan. He tenido la suerte de poder ver en Burdeos, dentro de Sigma 26, el festival que descubrió al Cirque Alligre y lanzó el Théâtre Zíngaro, la Voliére Dromesko. Dromesko, por Igor, Igor Dromesko, el que se comía la rata.

Una volière es una pajarera en francés. En el caso de la Dromesko, se trata de una gran pajarera con una cúpula que recuerda una basílica rusa y en la que conviven 100 pájaros, 11 hombres-pájaros, incluída una mujer que canta como un pájaro; unos músicos que arrancan de sus instrumentos voces de pájaros, y un par de caballos alados.

Toda la poesía, y era mucha poesía, del Théâtre Zingaro, se vuelca ahora sobre la pajarera Dromesko hasta límites insospechados. Un marabú, un auténtico marabú, Monsieur Charles, presenta el espectáculo, mientras las cornejas pasan las páginas de as partituras de los músicos y un funambulista intenta, en vano, el sueño de Icaro...

El público -unas 300 personas- se halla dentro de la pajarera, sentado en torno a unas mesas, tomando unas copas... En un principio se pensó que no hubiese separación entre espectadores y pájaros, pero resultó -evidentemente- imposible. La Voliére Dromesko, el no va más del circo poético, hizo su primera aparición pública el pasado mes de septiembre en el Théâtre Vidy-Lausanne, de la mano de Langhoff y René González. El éxito fue impresionante. Igual que en Burdeos, que es la segunda capital que ha acogido al espectáculo. Alain Crombecque, el director del festival de Avignon, ha contratado a la pajarera para el próximo festival.

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