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Mitterrand promete un "plan de urgencia" para los institutos franceses

El presidente francés, François Mitterrand, escuchó ayer las quejas de los estudiantes que alcanzaron el uso de razón cuando él ya estaba en el poder, la llamada generación Mitterrand. Mediada la tarde, Mitterrand recibió a una delegación de los estudiantes de bachillerato que, en una cifra superior a las 100.000 personas, acababan de manifestarse en París. La manifestación fue disuelta prematuramente por la policía a causa de los desmanes de cientos de incontrolados. Más de cien heridos, entre policías, estudiantes y periodistas; decenas de coches incendiados y comercios saqueados fue el resultado de los enfrentamientos, que continuaban al cierre de esta edición en los puentes y las orillas del Sena.

El plan de urgencia anunciado por el presidente Mitterrand, incorporará, según sus palabras, las reivindicaciones estudiantiles de mejora de las condiciones materiales de enseñanza y de mayor libertad de expresión en los institutos. Antes, entre las 14 y las 18 horas de ayer, el tráfico automovilístico y la actividad comercial de buena parte del centro de París se habían visto completamente paralizados. Sin embargo, los parisienses, de natural protestones, aceptaron la cosa con filosofía y hasta simpatía.çUna gran pancarta unitaria abría la manifestación nacional de los estudiantes del último ciclo de la enseñanza medía francesa, los que tienen entre 14 y 18 años. "Sabemos lo que queremos: dinero para estudiar", rezaba la pancarta. Era la rotunda respuesta conjunta de las dos coordinadoras que dirigen el movimiento estudiantil al ministro de Educación Lionel Jospin. Éste se había quejado de la "vaguedad" de las reinvidicaciones estudiantiles.

La manifestación arrancó de la plaza de la Bastilla, atravesó el Sena, se dirigió hacia Montparnasse y de ahí hacia los Inválidos. La cabeza del, cortejo tardó casi tres horas en recorrer esa distancia, superior a los 10 kilómetros. Al llegar al monumento que guarda los restos de Napoleón, las fuerzas antidisturbios hicieron saber a los estudiantes que el prefecto de París daba por terminada la caminata. Los bachilleres no podían volver a cruzar el Sena y dirigirse a los Campos Elíseos, como había sido pactado con las autoridades. Ello provocó la tristeza de los más, que se dispersaron sin mayores problemas, y una airada respuesta por parte de algunos grupos. Du rante un buen rato, los incen dios, lanzamientos de gases la crimógenos, aullidos de las sirenas y evacuaciones de heridos, recordaron a Mayo de 1968.

El argumento invocado por el prefecto de París para disolver la rianifestación fue la proliferación de incidentes provocados durante la manifestación por grupos incontrolados de jóvenes procedentes de los suburbios parisienses. Los llamados zulús habían saqueado tiendas en el-bulevar Saint-Michel y habían asaltado las galerías comerciales de Montparnasse. [Horas después, los enfrentamientos entre los incontrolados y las flierzas de orden público se recrudecerían en los puentes que cruzan el Sena]. Las cifras señalan más de 100 heridos entre pDlicias, estudiantes y periodistas.]

La manifestación -un gigantesco río humano en el que Ics estudiantes venidos de capitz.les de provincias reforzaban a los de París y varios millares de profesores y padres a de alumnos a los jóvenes- había sostenido un pulso permanente con los zulús. Éstos se empeñaban en aprovechar la marcha de protesta para abastecerse de material electrónico en los raros comercios que no habían tenido la precaución de cerrar sus puertas.

"Somos impacientes, pero no violentos", coreaban una y otra vez decenas de millares de gargantes para expresar su repulsa por los desmames de los incontrolados. El servicio de orden estudiantil, con brazaletes rojos, se daba cada dos por tres de bofetadas con los saqueadores.

En esta última tarea, los estudiantes estuvieron vigorosarnente reforzados por la solidaridad de decenas de militantes del sindicato comunista CGT, con brazaletes amarillos, y, hecho absolutamente insólito en la historia de los movimientos estudiantiles franceses, por la cooperación de un centenar de policías de paisano. Los policías habían respondido al llamamiento de su sindicato para que los que estuvieran ayer de permiso colaboraran con los jóvenes en el mantenimiento del orden y de la buena imagen del movimiento de bachilleres.

Las pegatinas de los estudiantes volvieron a recordar su disposición a no ser "sacrificados". Sus declaraciones volvieron a comparar los liceos o institutos con "fábricas donde se expiden títulos al por mayor", "guetos donde se aparca a la juventud" y "galeras donde reina la violencia y escasean las comodidades materiales y las libertades".

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