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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Quién es el obseso?

Cuando la hermenéutica política se devana los sesos sobre el asunto Guerra -er de lo doz mil millone, mil pa ti y mil pa mí, ahora no, el otro: er de lo doz mil programa, to par pueblo que lo vamo a californiá... ¡Zerra, jéchale a ezo amotinao pezcaore la zodiac, que pa argo tié que valé la armá democrática dezfranquiztá ... !- para descifrar los intermitentes mensajes de Felipe González, enigmáticas piezas de distracción entre la tauromaquia fullera de Manuel Benítez y la didáctica cinematográfica de Marlo Moreno, va ahora el señor Guerra -al que se le está viendo inesperadamente culo de zapatero con la silla del poder- y para aclararnos todos los misterios se proclama ahora virgen y mártir de los medios de comunicación, en los que sólo ve una operación de obsesos conspiradores a los que, por otra parte, considera unos ridículos monaguillos.Si no fuera porque las cosas están muy claras, parecería que Alfonso Guerra recurre a los medios poniendo en marcha una operación de sacristán para ir contra la incredulidad general con tácticas de aparición milagrosa en Fátima. (iJozú, que ezagerao con mi humirde perzona!).

Señor vicepresidente, usted está equivocado y no hace más que acumular error sobre error, desde que se le ocurrió -en tan mala hora- "financiar el partido" instalando en un despacho oficial a un hombre de paja, que ha resultado ser un pájaro de mala cuenta; no es que usted haya matado a Montesquieu, es que lo está masacrando; usted está empezando a poner en peligro la existencia del Estado de derecho; usted tiene ya sobre sus espaldas demasiadas impunidades con el mal uso de una concentración progresiva del poder político que lleva trazas de vaciar de contenido la democracia tan penosamente recuperada y es precisamente lo que queda de sano en este país los que claman y reclaman que usted o tiene que dimitir, o lo tiene que cesar Felipe González, o se tiene que ir usted a otra parte; pero usted no puede seguir siendo vicepresidente de un país democrático, porque usted ha llenado de fango la segunda institución del Ejecutivo y lleva camino de enmierdar interminablemente a toda la nación.

Acabe de una vez con todo esto, que no tenemos la culpa nadie más que usted, lesshe-

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