iQue viene don Carlos!
"Cuando, a la vuelta de los años, algún curioso de lo añejo quiera procurarse noticias de ese morbo radical del alma española de nuestros días, la crueldad engendrada por el tedio, la rastrera insensibilidad para el amor, para la justicia, para la belleza moral, para la elevación de espíritu, pocas obras literarias le darán idea tan sutil, penetrativa, pudibunda, fiel e ingeniosa como La señorita de Trevélez" (Ramón Pérez de Ayala, Las Máscaras).Ha llovido mucho desde que Pérez de Ayala escribió -en 1917, un año después del estreno de la obra de Arniches- este acortado comentario sobre La señorita de Trevélez. Hoy nadie se interesa ya por los posibles vestigios del "morbo radical del alma española", y mucho menos los socialistas valencianos, que anteayer cumplieron, encantados, el rito social de inaugurar la temporada del Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana. A esa gente lo que les va son los trapos y las risas, y a algún que otro incluso la carcajada. Así pues, no sé a qué viene ese preguntarse sobre la oportunidad de programar a Arniches en un Centre Dramàtic; ese Arniches, pobrecito, que no da la de un Lorca o de un Valle-Inclán.
La señorita de Trevélez
Carlos Arniches. Intérpretes: Pepe Gil, Juli Cantó, Berna Llobell, Manuel Ochoa Julio Salvi, Juanjo Prats, Amparo Ferrer Bágena, Manuel de Blas, Pep Molina, Inma Colomer, Chema Cardeña, Pepa Juan, Cristina Rodríguez, Vicente S. Genovés, Fernando Folgado y Juan Mandli. Escenografía, vestuario e iluminación: Simón Suárez. Dirección: John Strasberg. Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana. Teatre Rialto, Valencia, 30 de octubre.
Resulta curioso que para dirigir una obra de Arniches llamen a un director norteamericano, el cual, a buen seguro, jamás había oído hablar del alicantino. Después del western que se montó Strasberg con la María Rosa de Ángel Guimerà, confieso que esa Señorita de Trevélez me tenía bastante preocupado.
Afortunadamente, mis temores se esfumaron a los pocos minutos de la representación. La señorita de Trevélez de John Strasberg es un montaje correctísimo, con una muy buena dirección de actores que nos mostró el recientemente desaparecido José Luis Alonso, a quien está dedicado el espectáculo. Strasberg no nos ha descubierto ningún Arniches; se ha limitado a sentirlo con inteligencia, permitiendo que los actores, se apoyasen en las "ocurrencias del lenguaje", sin pasarse, que es de lo que se trataba.
La señorita de Trevélez va a llenar el Rialto. Artífices de este éxito son, aparte del talento y la corrección de Strasberg, los intérpretes y la morrocotuda escenografía -¡e iluminación!- de Simón Suárez. Los intérpretes son francamente buenos, y es de justicia destacar entre todos uno: Manuel de Blas, al que le ha caído en suerte el gran papelón de la obra, el personaje de don Gonzalo de Trevélez, del que el actor hace una espléndida creación.
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