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Los Reyes visitan una misión de los jesuitas en Paraguay

ENVIADO ESPECIAL Doscientos veintidós años después de que su antepasado, Carlos III, expulsase a los jesuitas de sus dominios, otro rey, Juan Carlos I, visitó ayer las ruinas de lo que fue la principal obra de la Compañía de Jesús para proteger y promocionar al indígena: las misiones.

De regreso a Asunción, el monarca impartió por la tarde su última lección de democracia ante el Congreso Nacional (Parlamento), a cuyos miembros recordó que su responsabilidad de hacer prosperar la democracia no es sólo ante los paraguayos sino ante un subcontinente latinoamericano que tiende a democratizarse.

Sobrevoladas por pájaros tropicales, las ruinas de la iglesia de la misión jesuita de Trinidad sirvieron de escenario para el reestreno de la misa cantada que el padre italiano Doménico Zipoli compuso a finales del siglo XVII en Paraguay. Los Reyes siguieron el concierto al aire libre sentados bajo un aplastante sol tropical, y cuando finalizó saludaron al coro hispanoamericano que irrumpió espontáneamente a cantar La banderita de las corsarias, del maestro Alonso.

El sol implacable continuó persiguiendo a don Juan Carlos, que acabó quitándose la chaqueta, y a doña Sofía durante su breve recorrido por Trinidad, la última de las misiones de los seguidores del santo de Loyola. Fundada en 1706.

Las ruinas de la iglesia de Trinidad atestiguan el abandono en que quedaron sumidas esas pequeñas ciudades autogestionadas que fueron las misiones cuando sus promotores jesuitas fueron desposeídos de sus dominios y expulsados por Carlos III. Los 120.000 indígenas reagrupados en ellas volvieron a la vida nómada, y cuando no fueron apresados por los cazadores de esclavos procedentes de Brasil, fallecieron frecuentemente a causa de la peste y la viruela.

La visita a Trinidad de la pareja real, a la que acompañó el presidente paraguayo Andrés Rodríguez, ha servido para recordar que si los conquistadores españoles cometieron abusos contra los indígenas algunos compatriotas suyos se esforzaron, sin embargo, por defenderles y enseñarles incluso oficios.

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