Mágico Peter Brook
El director británico estrena en París una diáfana versión de 'La tempestad'
Los primeros minutos de la versión de La tempestad, de William Shakespeare, estrenada el pasado 10 de octubre en la sala Des Bouffes du Nord, de París, ofrecen uno de los viajes más plenos al corazón del teatro. El director británico Peter Brook logra en esos momentos que la tempestad que da título a la última obra completa escrita por Shakespeare (en 1611, cinco años antes de morir) aparezca sobre el escenario, desnudo como un prodigio de expresividad, conseguida con recursos extremadamente austeros y actores formidables en su diversidad.
Esa primera escena -cuatro varas de bambú que dibujan una nave, el rumor del mar en la oscuridad,- el rostro de los náufragos- introduce el enigma que para Brook es esta historia de Próspero, destronado duque de Milán que ejerce sus poderes mágicos en una isla deshabitada. En esa isla-mundo, en la que sólo perdura Calibán, hijo de madre hechicera, Shakespeare sitúa la peripecia de Próspero, que termina renunciando a esas facultades para convertirse, con ayuda de los otros, en un hombre libre. Con esta palabra, cargada de ambivalencias, termina el monólogo final del protagonista: un broche emblemático de todo el teatro shakespeariano.De las muchas interpretaciones o subrayados que ha suscitado esta obra, y de sus posibilidades de juego escénico, Brook -que a sus 65 años ha dirigido cerca de 60 montajes teatrales- elige la probablemente más dificil de conseguir. Puesto que se trata de un enigma, de un cuento "en el que nada puede ser tomado al pie de la letra", dice, los misterios de la representación deben ser los mismos que los de la vida.
Otra versión, ya remota (1957), de La tempestad fue dirigida por el mismo Brook en Stratford, con John Gielgud como protagonista. "Sentía que esta obra inasible se me escapaba por entre los dedos", recuerda ahora. Y agrega: "Actualmente, los actores occidentales tienen las cualidades necesarias para explorar en las obras de Shakespeare todo aquello que concierne a la cólera, a la violencia política, al sufrimiento sexual, a la introspección psicológica. Pero no les resulta fácil encontrar imágenes escénicas de un mundo invisible, ya que éstas no están presentes ni en nuestra experiencia cotidiana ni en nuestra cultura viva".
"En otras culturas", concluye, "en las sociedades que llamamos tradicionales, las imágenes de dioses, magos, brujos y fantasmas -evocan profundas realidades humanas. Por eso, un actor puede acercarse a ellas sin obstáculos". En su primera versión de La tempestad, Brook utilizó (ya en París, en 1968) escenas de esta obra como ejercicios de trabajo con actores procedentes de países y culturas diversos. Fue el preludio del actual Centro Internacional de Creaciones Teatrales, que dirige junto con Michelin Rozan y con el que ha recorrido el mundo con trabajos tan legendarios como el Mahabharata.
Tal vez por todo eso, el Próspero de esta versión es un actor nacido en Malí, Sotigui Kouyaté, de 54 años, descendiente de una casta de narradores, cantantes y hechiceros. Kouyaté, que trabaja con Brook desde 1983, tiene -como se pone en evidencia sobre el escenario- tratos frecuentes con la magia, por lo que puede desprenderse de ella como indica el texto shakespeariano, con una conmovedora simplicidad.
"Yo no había leído La tempestad", ha declarado el actor, quien recuerda que Brook le dijo: "Mejor que no leas el texto, un día te lo contará". Así fue: "Cuando terminabamos los ensayos de Mahabharata, fuimos a un restaurante y Peter me contó la historia. Se necesitaba tener el espirítu vacío, calmo, buscar lo humano. Eso era necesario", agregó Kouyaté.
Sobre ese eje, Brook estimula al resto del elenco, un conjunto de gran riqueza expresiva y variedad de registros. David Bennent, en el papel de Calibán, ofrece el contrapunto a la majestuosa austeridad del duque traicionado.
La versión francesa de La tempestad, algo abreviada, pertenece a Jean-Claude Carrière, un antiguo y fecundo colaborador de Brook que ha escrito, entre otras, las adaptaciones de La tragedia de Carmen (1981), del ingente Mahabharata (1985), y de Woza Albert! (1990), todas vistas en España.
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