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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Batalla presupuestaria

CASI UN mes después de que expirara el ejercicio fiscal, EE UU sigue sin disponer de un presupuesto para el vigente. El rechazo por la Cámara de Representantes, el pasado día 5, del acuerdo alcanzado sobre reducción del déficit presupuestario durante los próximos cinco años entre el presidente Bush y los líderes del Congreso ha sumido al país en la crisis fiscal más grave de las últimas décadas.Asumido el objetivo de reducción del déficit presupuestario en 500.000 millones de dólares durante los próximos cinco años, de los que 40.000 se producirían en el presente, las opciones para su consecución se presentan sujetas a una dialéctica en la que priman en mayor medida las inmediatas consideraciones electorales que las posibilidades reales de alcanzar el objetivo de reducción propuesto. A las modificaciones en el acuerdo original propiciadas por los demócratas en la Cámara de Representantes, en las que se propone un sensible incremento en la imposición directa sobre las rentas más elevadas, los republicanos han respondido en el Senado con un proyecto alternativo en el que son los impuestos indirectos los que soportarían el mayor esfuerzo recaudatorio, sin alterar la imposición sobre las rentas. Una polarización tal, no exenta de demagógicas simplificaciones sobre las aspiraciones o capacidad representativa de los representantes, difílcilmente puede abstraerse de las elecciones que el próximo día 6 de noviembre habrán de renovar un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.

El escepticismo con que los electores ejercerán sus opciones puede afectar más adversamente a los candidatos republicanos, que han hecho de la reducción de los impuestos una de las referencias básicas de su proyecto político desde la pasada década. La sustancial reducción en la imposición directa que introdujo Ronald Reagan durante su mandato presidencial contribuyó, efectivamente, a incrementar de forma significativa la renta real de los grupos más privilegiados de la población, sin que tales estímulos fiscales se tradujeran en incrementos significativos de la recaudación generados por el mayor ritmo de actividad ni en aumentos de la tasa de ahorro interna.

La falta de contención en el gasto público durante la pasada década, cuyo principal capítulo estuvo constituido por la escalada armamentista, contribuyó igualmente al registro de ese excepcional déficit presupuestario. Resulta difícil que los ciudadanos de ese país puedan hacer frente al necesario saneamiento de sus finanzas públicas sin esfuerzos impositivos adicionales. La simultánea reducción en algunos programas de gasto más directamente vinculados al bienestar de la mayoría de la población agudizará los efectos adversos de la ya visible recesión en la que ha entrado aquella economía.

La trascendencia política de esta crisis tiene en el deterioro del liderazgo presidencial su más explícita manifestación, aunque no es en absoluto la única. La solemnidad con que Bush revistió su promesa electoral de mantenimiento de los impuestos y reducción del correspondiente a las ganancias de capital es hoy uno de los más importantes obstáculos a la recuperación de una credibilidad situada actualmente en su cota más baja desde que llegó a la Casa Blanca.

Con todo, es sobre el funcionamiento de las otras instituciones, y las consiguientes dificultades para cohesionar mayorías suficientes, donde se sitúan hoy los principales interrogantes suscitados por esta pesadilla presupuestaria. Más allá de las diferencias en la composición del presupuesto, es su proceso de elaboración y legitimación política lo que otorga relevancia a la situación creada en la batalla presupuestarla librada en aquel país.

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