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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Austriacos frente al Este y la CE

EN LAS elecciones generales celebradas, el pasado domingo en Austria se ha producido un fenómeno que si políticamente todavía tiene poca importancia, no deja de ser socialmente preocupante. Podría decirse que la estrepitosa caída del telón de acero en el último año, en lugar de estimular el opt ¡mismo austriaco, ha erizado su desconfianza hacia el Este europeo. Aun cuando la campaña electoral había sido un tanto deslavazada y se esperaba un alto índice de abstención, acudió a las urnas prácticamente el 84% de los electores, lo que indica el interés con que se ocupan los austriacos de los tres problemas fundamentales que van a tener que dilucidar en plazo inmediato: la inmigración masiva de europeos del Este, el desmantelamiento de la neutralidad permanente y la consecuente decisión de afrontar las complicaciones que reporte el acceso a la CE.Los resultados de la elección son significativos. El partido socialista del canciller Franz Vranitzky, con 81 escaños, ha mantenido su preeminencia (43% de los votos), aunque se queda una vez más a 11 puestos de la mayona absoluta. Sus aliados de coalición gubernamental, los conservadores del Partido del Pueblo (la formación política del presidente Waldheim, cuyo viaje de recuperación de rehenes a Bagdad no parece haber impresionado en demasía al electorado), han sido los grandes perdedores: con 60 escaños, han obtenido 17 menos que en los comicios anteriores. Casi exactamente los que han ganado los ultraderechistas del Partido de la Libertad, que pasan a ocupar 33 puestos. En cuarta posición han quedado los verdes, con nueve escaños.

Es muy posible que los socialistas no hayan conseguido la mayoría absoluta a causa de un escándalo financiero (el segundo de mayúsculas proporciones en dos años) en el que se vieron involucrados el predecesor de Vranitzky, Fred Sinowatz, y dos ex ministros de su Gobierno por permitir la venta ilegal de armas a Irán durante la guerra de este país con Irak. Sólo la enorme popularidad del canciller habría asegurado así el mantenimiento del statu quo previo a los comicios.

"No dejéis que Viena sea convertida en un Chicago", fue el estrepitoso lema de campaña utilizado por los ultraderechistas de Jörg Haider, en clara alusión a la inmigración de europeos del Este a EE UU a principios de siglo y a la ola de criminalidad que le siguió. A juzgar por los resultados, ha sido eficaz. Pero Haider, un joven líder populista que dice no ser nazi, pero que juega claramente sobre los sentimientos xenófobos de su parroquia, podrá haber ganado votos, pero ello no le dará opción a una parcela de poder: tanto los socialistas como los conservadores, que necesitan coligarse para gobernar, le excluyen de todo pacto de Gobierno.

Por lo que respecta al problema de la neutralidad permanente, cabe señalar que una Austria neutral molesta a todos. Al Gobierno, porque al no reflejar adecuadamente la desaparición de las tensiones continentales le impide acceder a una Europa que busca la unión estratégica, y a la ultraderecha, porque lo consideraría un insulto a la soberanía y a la grandeza de Austria. En todo caso, éste es un tema prioritario.

Todo indica que la fórmula vigente hasta ahora -un Ejecutivo de socialistas y conservadores- será repetida. En el fondo, es el único modo de que Austria aborde con posibilidad de éxito las dificultades que le plantea su gran reto del momento: el acceso a la CE.

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