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FERIA DE OTOÑO

La fiesta de importación

Antiguamente (vivía Franco, a quien los toros le traían sin cuidado), había unas cuantas plazas, Madrid entre ellas, donde se celebraban corridas de toros tal cual deben ser, y en las restantes hacían lo posible por imitarlas. Con poco éxito, normalmente, pues los toreros aprovechaban esas plazas restantes para alíviarse -si conseguían convencer a la autoridad-, y el alivio consistía, primero, en el toro, que sacaban terciadito; segundo, en el propio toreo, que solían ejecutar más florido y menos puro, por la gran diferencia de dificultades y riesgos que uno y otro conllevan.Ahora, que no vive Franco, y hay ministros demócratas muy interesados en la fiesta, y somos europeos, ocurre todo lo contrario. Ahora, los taurinos importan a las plazas principales, delde la más absoluta impunidad y con la mayor desfachatez, el toro mínimo,y el toreo impuro que ya son habituales en las restantes. Y si las respectivas aficiones, que conocen la fiesta verdadera, y la aman, y por tanto la defienden, no aceptan de ninguna manera que nadie sela traiga, de importación groseramente adulterada, encima van y se cogen un globo.

Toril / Vázquez,Domínguez, Ortega

Tres toros de El Toril ,1º inválido, 3º noble, ambos terciados aunque con trapío, 6º protestado por chico; 2º,segundo sobrero, de Murteira Grave, con cuajo, mansote, en sustitución de otro de Los Bayones y este de un toro del hierro titular, ambos devueltos por inválidos; dos de Joâo Moura con cuajo y bonitos de estampa, ambos bravos, 4ºflojo y 5º inválido. Curro Vázquez pinchazo, otro bajísimo y estocada corta trasera baja (silencio); pinchazo bajo y estocada corta baja (pitos). Roberto Domínguez: bajonazo descarado (división), estocada corta descaradamente baja y descabello (silencio). Ortega Cano: pinchazo y espadazo atravesadísimo, que asoma casi entero (pitos); pinchazo, media estocada tendida y rueda de peones (silencio).Plaza de Las Ventas, 2 de octubre. Sexta y última corrida de feria.Cerca del lleno.

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Ciertos toreros carecen del sentido del ridículo, o no se entienden sus actitudes. Ciertos toreros, a quienes han adjudicado una categoría taurina desproporcionada con su auténtica-valía, se lo tienen creído y van endiosados por la vida, poniendo cara de pocos amigos a cuantos manifiesten el más mínimo desacuerdo con lo que torean y cómo lo torean. Roberto Domínguez, Ortega Cano y Curro Vázquez, en esta última corrida de la Feria de Otoño, ponían cara de pocos amigos y hacían desdeñosos gestos cada vez que el público protestaba -con toda razón, por cierto- los toros impresentables y la forma vulgar de torearlos. Ellos no lo sabrán (o les dará lo mismo), pero estaban haciendo el mayor de los ridículos. Pues, ¿qué pretendían?, ¿que cuando se desplomaban los toros la afición guardara respetuoso silencio como en misa?, ¿que cuando tiraban medio pase con el pico de la muleta aclamara semejante adefesio?

Pero hubo otras realidades en la tarde. Por ejemplo: que Ortega Cano hizo a su primero una faenita superficial, interminable y aburridísima; que luego le pegó un espadazo dejando enhebrado el estoque por el morrillo, a estilo charlotada; que en último lugar le sacaron un toro también propio de charlotada, y es a ese al que debió pegar el espadazo anterior, para que hubiera allí cierta lógica, en lugar de ponerse farruco y adoptar los ademanes de El Guerra en la Plaza Vieja con ocasión de inmolarse frente a un Miura pregonao.

Estudiando informática

Fue asimismo realidad, por ejemplo: que Roberto Domínguez habrá recibido el título de magister maximum en la tauromaquia moderna e itinerante que ejercita, mas para demostrarlo no necesita mirar al toro como si estuviera estudiando informática; que estaría en plan informático, si, pero cuando el toro llegaba a jurisdicción, se quitaba de en medio; que el quinto no llegaba a jurisdicción alguna, pues se desplomaba en cada pase de la faena que Roberto Domínguez le fingía con relamida premiosidad (también vale decirlo al revés); que no tuvo el menor recato en pegar bajonazos.. Y también fue realidad que Curro Vázquez ejecutó las únicas suertes toreras de la tarde. Pocas: alguna trincherilla de añejo sabor, unos hermosos lances apepeluisados juntitas las zapatillas, y su aroma recordó al que era patrimonio exclusivo del maestro Pepe Luis. Ó sea, como el Lou Lou c`est moi, o el Chanel número 5, en versión racial y torera. Otros pases y otros lances, en cambio, le cantaban a Curro Vázquez por el alerón y daban tufillo a metro en hora punta, y esa fue cruda realidad, tan verdadera como la otra.

Es cierto que lances perfumados o cantando por el alerón, maestría informática, premiosidad relamida (vale decirlo al revés), espadazos bajos u oblicuos, toros acharlotados, en determinadas plazas habrían valido apoteásicos triunfos; y muy bien, que así sea. Pero importar a Madrid esa fiesta extraña es tan tonto como pretender que los valencianos coman con palillos la paella.

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