"La antropología es un humanismo"
El antropólogo catalán Josep R. Llobera (La Habana, 1939) es una figura singular en el panorama cultural español. Pese a desarrollar su carrera académica en el Reino Unido desde hace más de 20 años, mantiene, una presencia constante en la escena intelectual de su país. Tras la publicación el año pasado de Caminos discordantes (Anagrama), aparece ahora en España su ensayo La identidad de la antropología, finalista del último premio Anagrama. "La antropología es un humanismo", dijo el autor en una entrevista con este diario en la que habló de temas como el racismo.
La identidad de la antropología resulta un libro, especialmente revelador de la personalidad y las preocupaciones de Josep R. Llobera. Más allá de su carácter epistemológico y profesional -se desmonta estereotipos y se cuestiona "mitos" de la disciplina como la esencialidad del trabajo de campo y la existencia de una antropología del Mediterráneo-, es un libro inusualmente sincero, comprometido, hipercrítico y apasionado, y esas características lo capacitan para interesar a un público muy amplio.Pocas veces se ha visto a un antropólogo abordar de cara el tema del racismo, asumiendo la pesada herencia de la disciplina. Llobera, que ya dio ese paso con el siniestro conde de Gobineau en Caminos discordantes, va ahora más allá y utiliza su propio ejemplo -su primer y traumático baño de multitudes negras en Barbados-, para mostrar, en unas páginas iluminadoras, cómo el racismo está profundamente enraizado en el espíritu occidental y afecta incluso al etnógrafo.
"El racismo es uno de los problemas más importantes de nuestras sociedades, y, no nos engañemos, va a crecer", dice, Llobera. "Tenemos que analizar cómo funcionan sus mecanismos, que nos vienen dados por educación, familia, etcétera. En el libro he usado mi propio ejemplo para reflejar cómo se desencadenan, cómo estamos programados para reaccionar de manera racista en circunstancias determinadas. El conocimiento nos debe servir para desmontar esos mecanismos".
"El mundo occidental ha sido racista, ha subyugado a pueblos de otros colores y ha construido todo un caparazón ideológicopara justificarse y eso no desaparece fácilmente, no es un problema que vaya a resolverse mañana; el racismo está en el horizonte de nuestras sociedades. Los cambios de mentalidad que se han producido son muy recientes y no se han incorporado a la masa de población occidental de manera obvia; los prejuicios racistas están aún muy enraizados y en circunstancias como las actuales, con el movimiento masivo de poblaciones de color, despiertan vivamente. En occidente, la gente aún tiene que aprender a no ser racista".
Pese a todo, Llobera se alinea hasta cierto punto con Claude Lévi-Strauss en la advertencia de que no debe tacharse de racismo "ciertas prácticas que no son sino legítima defensa de la propia identidad cultural". "Aquí nos movemos en un campo vidrioso y muy ambigüo", reflexiona; "exagerar la vigilancia puede conducir al amordazamiento de culturas. Me preocupa que una legislación abstracta pueda impedir el desarrollo de las características de cada grupo".
"Por supuesto", advierte el antropólogo, "no predico que cada grupo pueda decir lo que quiera, la sociedad civil y el Estado deben poner límites, pues no se pueden desarrollar elementos agresivos". "Uno de los campos más ambiguos en este sentido es el del humor, ¿es aceptable un humor que atente contra las esencialidades de otro grupo? Yo creo que no, pero otros opinarán que sí. En fin, ¿cómo conseguir un equilibrio?, ¿es una cuestión de legislación o de educación?".
Racismo
Llobera subraya que la idea de que los países del sur de Europa son menos racistas que los del norte, o que América Latina es menos racista que norteamerica es "simple ilusión". "En la práctica, todo occidente se comporta de la misma manera, las diferencias son mínimas". Recuerda también que no sólo occidente es culpable de racismo, y señala a China y Japón, donde los negros son despreciados. "Todas las poblaciones humanas son extremadamente etnocéntricas, y el paso del etnocentrismo al racismo es muy fácil".
Llobera advierte que "sería pretencioso decir que la antropología tiene un papel decisivo que jugar en el tema del racismo". "Ya ha habido momentos en que el antropólogo (Malinowski, Mead) ha estado en el candelero y su palabra ha sido tomada como Verdad Revelada. Pero eso siempre ha jugado contra la seriedad de la disciplina. Hemos predicado mucho en el pasado y ahora debemos limitarnos, mantenernos en el terreno de la responsabilidad. La antropología no puede ofrecer más de lo que puede dar, debemos ser modestos. No solucionamos los grandes problemas de la historia. Lo que sí puede hacer el antropólogo es ayudar a descubrir las invariantes en el tiempo y el espacio".
"La antropología, y esta no es hoy una idea muy popular, es una ciencia", indica. "La corriente posmoderna ha intentado minar todas sus bases, como lo ha hecho en otros campos de la ciencia. Este es un momento histórico de la discipina que no durará ya mucho. A mí me preocupa la renuncia a generalizar y el rechazo visceral a las antropologías que pretendían, mejor o peor, hacerlo, como el marxismo o el estructuralismo. La corriente actual es convertir a la antropología en una etnograria pura y simple, con tendencias neuróticas y narcisistas. La concentración de estudios particulares de los últimos tiempos me parece una renuncia a describir regularidades mas amplias, estructuras de la mente -cómo se forman nuestros sistemas de creencias y nuestra identidad como personas sociales-, invariables. Hay un desfonde grave de la disciplina a este nivel".
Babelia
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