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38º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Prosigue el desfile de películas falsas, aburridas e insignificantes

Tras el oasis de buen cine que nos proporcionaron la película norteamericana Muerte entre las flores y la española Las cartas de Alou, proyectadas en los últimos días, la sequía ha vuelto a la pantalla desierta del teatro Victoria Eugenia. El filme ruso Las patillas, del realizador Yuri Mamin, es una buena idea mal realizada, y el argentino-holandés Luba, de Alejandro Agresti, más coherente que el anterior, es una mala idea mal realizada.

Esa aludida, buena idea que hay dentro de la película soviética Las patillas, obra bastante ambiciosa pero frustrada del director Yuri Mamin, consiste a rasgos generales en un intento de abrir las tripas y poner patas arriba la naturaleza prefascista que se adivina ya en algunos brotes de "libertad" generados en la sociedad rusa actual por el establecimiento de la perestroika.Esta idea, que en su formulación sobre el papel es clara y penetrante, se complica, se hace oscura y pierde toda su penetración a lo largo de un desarrollo argumental con muchos altibajos, muy confuso, y, sobre todo, frustrante a causa de una realización aparatosa, efectista y caracterizada por el empleo abusivo de ópticas deformantes, que terminan literalmente mareando al espectador e impidiéndole ver en la pantalla aquello que, en teoría, el filme pretende mostrarle. La película arrastra en sus comienzos, comienza a aburrir mortalmente inmediatamente después y finalmente termina exasperando e irritando la paciencia de los espectadores.

Epidermis

Por su parte, el filme argentino-holandés Luba, escrito y dirigido por Alejandro Agresti, exaspera e irrita a la mirada desde su mismísimo comienzo, sin que -salvo algunos planos bien compuestos desde el punto de vista pictórico- a lo largo de su metraje logre elevarse.Es una de esas películas que, al menor descuido, da el pego, pues tiene falsas imágenes hábilmente compuestas, se mueve sobre un tenebrismo grandilocuente y busca la trivial epidermis vanguardista que permite que algunas películas den a veces gato por liebre a los jurados de los festivales.

Fue la jornada de ayer en San Sebastián 90, por todo lo dicho, un día de caída y de vuelta atrás, precisamente cuando el Festival había comenzado a despertar esperanzas fundadas. Quedan, después de éstas, dos películas por ver en el concurso: una yugoslava y otra polaca. A falta de una poco probable sorpresa dentro de ellas, puede decirse que la cosa está ya casi vista para sentencia, con un balance global así de pesimista: nos tememos que no va a haber nombres ni títulos suficientes para llenar con dignidad todos los apartados previstos en el reparto final de premios.

Además de las dos excelentes obras arriba citadas, sólo la mexicana Rojo atardecer, la holandesa Ava Gabriel y la austriaca Nunca en la vida, sin ser en absoluto buenas películas, reúnen méritos parciales para aparecer en la nómina de premios de un festival de primera categoría.

El resto es prácticamente nada, excluída la película alemana-oriental Buscando un motivo, que fue proyectada para la prensa a una hora completamente prohibitiva. para la mayoría de los periodistas y que, por consiguiente, muchos (entre ellos quien esto escribe) no han podido ver todavía.

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