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Seguridad a la nórdica

La seguridad de los asistentes -alguno tan clave en la situación actual como el líder surafricano Nelson Mandela- a la Conferencia Internacional sobre la Anatomía del Odio, que se celebra estos días en Oslo, es un aspecto primordial, aunque resuelto con eficacia y discreción por los organizadores noruegos.

El hotel SAS Scandinavia, donde se celebra el encuentro se ha convertido en una pequeña sede de las Naciones Unidas. Bonetes judíos se cruzan en los pasillos con túnicas africanas y corbatones socialdemocrateados. Para garantizar esa tranquilidad, la pequeña calle del hotel está cortada al tráfico de coches particulares y, aunque no suelen revisarse a la entrada los bultos de mano, el acceso a la zona de la conferencia lo controlan dos pares de impresionantes mocetones vikingos. De cuando en cuando, otro joven similar se sitúa junto a un ascensor con una radio y en seguida se produce el descenso de algún invitado de calibre. Asombra pensar el escaso grado de precauciones que se hubieran tomado en esta sociedad nórdica de no haber sido asesinado el primer ministro sueco Olof Palme.

Nelson Mandela, siempre afable y firmador de autógrafos a todo aquel que se lo solicita, permanece en el hotel o se limita a ir a donde le llevan los organizadores. Pero otros líderes más desconocidos viven a sus anchas. Por ejemplo, es posible encontrarse al lituano Vitautas Landsbergis paseando por el puerto de la mano de su mujer y acompañado de dos colaboradores, y detrás, sólo un par de relajados escoltas.

Por lo demás, políticos e intelectuales asistentes no se dejan ver demasiado, aunque asisten puntualmente a las conferencias programadas y algunos conceden breves conferencias de prensa.

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