Esto es un fraude
El espectá culo vulgar, especioso, carnicero y siniestro en que los taurinos han convertido la fiesta es un fraude. Un ejemplo entre tantos, la corrida de ayer en Bilbao, que fue vulgar, especiosa, carnicera y siniestra. Los toros se caían, los toreros pegaban mantazos, las entradas estaban a millón y daba auténtica vergüenza estar allí.La invalidez de los toros es un turbio asunto que alguien con autoridad deberá resolver alguna vez en la vida, pues esta fiesta no se puede sostener indefinidamente sobre semejante despropósito. Aficionados de Madrid aseguran que un tío provisto de garrota lo arreglaba en una sola tarde de vigilancia en los corrales, y puede ser que la solución sea esa. Hay razones para sospechar que la causa principal de la caída de los toros está, precisamente, en los corrales. No puede ser que toros de distintos encastes y procedencias, habituados a vivir en parajes y climatologías diversos, de tipos dispares, bravos o mansos, se aúnen todos en la invalidez más absoluta.
Eulate / Domínguez, Espartaco, Lozano
Cuatro toros de Paloma Eulate y 42 y 62 de Torrealta, bien presentados, totalmente inválidos. Roberto Domínguez: estocada trasera baja (algunas palmas); cuatro pinchazos -aviso-, pinchazo hondo bajó, rueda de peones, estocada corta y rueda de peones (palmas y también pitos cuando saluda). Espartaco: bajonazo descarado (silencio); estocada caída y rueda de peones (silencio).Fernando Lozano: bajonazo y rueda de peones (petición minoritaria y vuelta); estocada trasera atravesada y descabello (palmas). Plaza de Vista Alegre, 21 de agosto. Cuarta corrida de feria. Cerca del lleno.
Toros que se caen no son de lidia porque nada tienen que lidiar, y si encima les echan encima un caballazo acorazado con un sujeto tocado de castoreño cabalgándolo, armado de puya que parece un misil, eso es una carnicería, y el espectáculo resultante un suceso siniestro intolerable.
Pero el fraude no está solo en la invalidez de los toros. El fraude está en el propio toreo inventado para estos casos, que en nada se parece al arte de torear. El fraude está en mantener de figuras a verdaderos especialistas del mantazo, mientras varias docenas de toreros auténticos andan por ahí lampando, jugándose a la sola carta de una tarde cualquiera con el ganado de peor ley que por esas dehesas de Dios paste, la oportunidad de ganarse un mal contrato. Tal como toreaban ayer (y cada tarde) las llamadas figuras del toreo, hace unos 30 añitos o acaso menos no hubieran llegado ni a debutar con caballos.
Las faenas de Roberto Dominguez consistían en citar a zapatillazos, embarcar con el pico pegando unos gritos que se le oían desde la calle,rematar por alto con la muleta-enganchada y después echar a correr o esconderse en el costillar. Daba un pase en la plaza de Indauchu, otro en el Arenal y, naturalmente, no ligó ni uno. Espartaco iba a lo suyo, que consiste en trabajar a destajo, pero la invalidez de sus toros le impidió montar el número. Su segundo toro, al minuto de faena ya se había caído cinco veces; a los dos, ocho; a los cuatro, 10; a los cinco, 12; a los seis, 14. A los ocho el pobre toro rindió la vida, muerto de sablazo, y dejó de sufrir el oprobio de su indefensión.
El tercer toro punteaba, tenía peligro, y Fernando Lozano consiguió embarcarle a base de cruzarse y consentir las coladas. Fernando Lozano estuvo muy valiente y muy torero en ese toro. El sexto era otro inválido y dio igual lo que le hiciera. Cuando el toro y la corrida son un fraude, lo más sensato es largarse, cerrar la puerta, tirar la llave a la ría y no volver por allí nunca jamás.
Babelia
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