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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Subida moderada

LA PREOCUPACIÓN de la Administración por el rebrote inflacionista se ha puesto de manifiesto en la relativa moderación del aumento de precio de la gasolina a partir de hoy. Frente al tope máximo de 86,10 pesetas autorizado, y la pretensión de las empresas privadas de aumentar el precio en al menos tres pesetas, Campsa -que sigue controlando el 95% de las gasolineras- ha fijado en 84 pesetas (dos por encima del establecido anteriormente) el litro de la modalidad súper, la de mayor consumo entre los automovilistas. Ello supone un aumento de cuatro pesetas en lo que va de mes, periodo en el que el precio medio del barril ha pasado de los 21 dólares acordados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a fines de julio a los más de 28 dólares a que se cotiza ahora en los mercados internacionales.La incertidumbre sobre la evolución del precio del crudo depende tanto del desarrollo de la crisis del Golfo como de la posibilidad de que los demás países productores acepten aumentar su producción en medida suficiente como para compensar los cuatro millones de barriles diarios que Irak y Kuwait aportaban al mercado. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela han expresado ya su disposición a cubrir ese déficit, pero parece improbable un acuerdo inmediato de la OPEP al respecto. En todo caso, la mayoría de los expertos consideran poco verosímil a medio plazo un regreso a los precios anteriores a la crisis. Más bien apuestan por una estabilización en torno a los 26 o 27 dólares por barril. Ello incidirá notablemente en las expectativas de las economías occidentales, incluyendo, desde luego la española.

Nuestra economía se verá afectada en dos capítulos fundamentales: la inflación y el déficit comercial. El aumento de cuatro pesetas por litro en el precio de la gasolina en agosto supondrá un aumento de unas tres décimas en el índice de precios al consumo (IPC) anual. Es decir, una repercusión de casi una décima por cada peseta de encarecimiento. Por otro lado, los nuevos precios del crudo han obligado a modificar al alza las previsiones sobre el déficit comercial, estimándose en unos 100.000 millones de pesetas la incidencia de ese factor. Con ello, y suponiendo un precio medio de 25 dólares por barril y una equivalencia de la divisa norteamericana de 107 pesetas, el déficit podría aumentar un 12,8% en relación a 1989.

Ambos desequilibrios llegan en un momento clave para la economía española, obligada a adecuar sus estructuras a las nuevas condiciones determinadas por la perspectiva del mercado único europeo. El objetivo gubernamental de no superar a fin de año un IPC del 5,7% parece ahora bastante problemático, ya que los nuevos aumentos de los combustibles se añadirán a una inflación subyacente -que no toma en cuenta los costes energéticos y de los alimentos perecederos- reacia a descender: 6,7% de tasa interanual en julio, tan sólo una décima por debajo del. mes anterior. Es cierto que lo importante no es tanto la inflación en sí como su diferencial en relación a los principales países competidores. Pero esa variable, que había venido mejorando desde mediados de la década -pasando de 5,2 puntos en 1986 a 1,2 puntos en 1988 respecto a la media de la CE-, se ha estancado en torno a 1,6 puntos.

Con todo, algunos factores contribuyen a relativizar los riesgos. La baja cotización del dólar, que actualmente está en torno a las 95 pesetas, si bien perjudica las exportaciones, aminora los efectos del aumento de precio del petróleo. Incluso tras las subidas de este mes, un barril cuesta hoy, en pesetas, la mitad que hace cinco o seis años, cuando el dólar llegó a cotizarse a cerca de 200 pesetas.

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