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Crítica:QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apertura con un homenaje al maestro Garbizu

La Quincena Musical de San Sebastián, el más antiguo festival de España, inició su 51º edición con un homenaje al compositor Tomás Garbizu (Lezo, 1901), fallecido el mes de noviembre. Se celebró en la basílica de Santa María del Coro y estuvo a cargo del Orfeón Donostiarra dirigido por José Antonio Sainz y la organista Coro Sáenz, en el magnífico instrumento Cavaillé-Coll.Garbizu. pertenecía a la denominada generación del 27 y era, sustancialmente, un lírico, como evidencia su creación musical organística, vocal e instrumental, bien fuera religiosa o profana. Su instinto natural de músico recibió la influencia de Beltrán Pagola -el maestro de Sorozábal-, de José María Iraola y del organista francés Charles Levout. Su adscripción continuada y reformista de las tradiciones no estaba reñida con una amplitud de criterio bien demostrada en el casi magisterio ejercido sobre el bilbaíno Antón Larrauri en su aventura contemporánea.

Como organista forma Garbizu en la larga lista de cuantos, sin cesar, viene dando Euskadi desde el siglo XVI hasta hoy. Discípula destacada de Garbizu, la organista Coro Sáenz tocó admirablemente en homenaje a su maestro tres obras a solo y cinco a dúo con el solista de trompa de Liria, Juan Manuel Gómez de Edeta, en las que no se sabe qué admirar más, si el sutil tratamiento de lo vasco a partir del dato o simplemente del espíritu, la bondad de formas y procedimientos o la calidad expresiva. Y es que, según afirma Francisco Esnaola, en la personalidad de Garbizu. brillan tres dimensiones: vocación musical, corazón vasco y espíritu religioso.

Popular

Las tres se fundan en la espléndida y conmovedora Misa benedicta para coro mixto con órgano u orquesta compuesta por Garbizu en la década de los cincuenta y estrenada por Gorostidi y el Orfeón Donostiarra, que ahora ha vuelto a cantarla con distintos coristas y su actual director, José Antonio Sainz, pero con idéntico fervor, igual emoción y pareja calidad. El tratamiento de lo popular, lo gregoriano y lo personal son las líneas generales de una revitalizadora, escuela.La versión de Sainz y el Orfeón sonó en la iglesia de Santa María repleta de público como algo realmente hermoso, y la excelente línea se benefició de un sinfin de matices expresivos y de un bellísimo equilibrio entre las voces y el órgano hasta llenar el espacio místico propio de la mejor expresión musical religiosa.

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