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GUERRA EN EL GOLFO

La cumbre árabe no logró una posición unánime

Ángeles Espinosa

La cumbre árabe extraordinaria celebrada ayer en El Cairo fracasó en su objetivo de presentar una postura común frente a la invasión iraquí de Kuwait. El acuerdo mayoritario para enviar una fuerza multiárabe a Arabia Saudí y los otros Estados del Golfo queda lejos de las peticiones encabezadas por Egipto para interponerse entre Irak y el emirato con el fin de cortar de raíz la megalomanía expansionista de Sadam Husein. Irak, Libia y la Organización para la Liberación de Palestina votaron en contra de la resolución final, lo que, en principio, la invalida, ya que, según los estatutos de la Liga Árabe, se requiere la unanimidad.

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Sólo 12 de los 21 miembros de ese foro aprobaron esa petición mínima, sometida a votación por los propios interesados (Riad y las otras capitales del Golfo), ante las dificultades para alcanzar verdaderas medidas prácticas contra la amenaza iraquí. Jordania, Sudán y Mauritania presentaron reservas, y Argelia y Yemen se abstuvieron de expresar su opinión. Finalmente, se cumplió el temor expresado por Túnez, que no asistió al encuentro, de que éste dejaría al club árabe divido en dos bloques.La condena a "las amenazas iraquíes contra los países del Golfo", o el respaldo a las resoluciones de la ONU que defienden la soberanía de Kuwait y su independencia (660, 661 y 662), apenas resultan algo más que un ejercicio de retórica, al no haberse adoptado medidas concretas que obliguen a Irak a su cumplimiento. [Sin embargo un portavoz del Departamento de Estado en Washington, que pidió no ser identificado, aseguró que se trata de "rnuy buenas noticias", informa Reuter].

El presidente iraquí, Sadam Husein, sale en cierta medida beneficiado por esta cumbre, que ha subrayado su posición de fuerza y la incapacidad de sus hermanos para pararle los pies. Y ello, a pesar de que ha sido la primera ocasión, desde la creación de la Liga, en 1944, en que un país árabe se ha encontrado en el banquillo de los acusados.

Fuerza multiárabe

La decisión aprobada anoche por la Liga no obliga, sin embargo, a sus miembros, que, de momento, no han manifestado cuándo y con qué composición estará lista esa fuerza multiárabe anunciada. La puerta a una intervención occidental, capitaneada por Estados Unidos, sigue abierta. La presencia de tropas norteamericanas y británicas en suelo saudí ha recibido un respaldo indirecto, con el apoyo de la cumbre a "las medidas tomadas por Arabia Saudí y los otros Estados del Golfo para asegurar su defensa".

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Así, parafraseando las palabras del presidente egipcio, Mohamed Hosni Mubarak, durante su discurso de apertura, los árabes han elegido por omisión la intervención extranjera para solucionar la crisis del Golfo. La disparidad de intereses políticos y estratégicos ha triunfado sobre la retórica unitaria que arranca de un pasado cultural común.

La cumbre, que convocó a 14 jefes de Estado, se abrió con una intervención de Mubarak, quien, con un tono grave y aspecto apesadumbrado, hizo ante la asamblea un último y desesperado llamamiento a la cordura. "No podemos superar la actual crisis del Golfo, ni afrontar una salida a esta situación, más que mediante la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait", aseguró por enésima vez Mubarak, cuyas palabras fueron retrasmitidas en directo, en un inusual despliegue informativo de la radiotelevisión egipcia. "Si tenemos por objetivo la unidad árabe, debemos definir los mecanismos y encontrar los medios para hacerla posible de acuerdo con la realidad". Mubarak dejó claro de esta forma que una eventual condena sin medidas prácticas, como la que más tarde se iba a aprobar, significaba un fracaso.

El gran mediador árabe en que se ha convertido el presidente egipcio durante los últimos años fue especialmente cuidadoso a la hora de elegir la terminología de su discurso, que en todo momento evitó poner en un brete a los representantes del país agresor. Esta reunión "no pretende en absoluto poner en apuros al país hermano que es Irak", manifestó Mubarak. "No hemos tomado partido por nadie", insistió, "pero el principio del recurso a la fuerza entre los países árabes, así como la injerencia en los asuntos internos, se deben prohibir totalmente".

No en vano Bagdad seguía manteniéndose en sus trece, e incluso se permitió un alarde de cinismo al pedir que la cumbre adoptara una posición unificada frente a "las amenazas extranjeras". Veinte minutos después de que se abriera la sesión, Mubarak concluía su discurso y los jefes de Estado hacían un alto en sus trabajos para acudir de forma conjunta a la plegaria del viernes, el día sagrado de los musulmanes. Sólo el presidente libanés, el cristiano Elías Haraui, estuvo ausente de este gesto solidario. El intermedio fue aprovechado por el ministro iraquí de Asuntos Exteriores, el también cristiano Tarek Asís, para recibir a los representantes de medios de comunicación estadounidenses e insistir en la necesidad "una retirada inmediata de las fuerzas norteamericanas". "Sólo así", aseguró el jefe de la diplomacia iraquí, "los árabes estarán libres para discutir sus problemas".

Desde el principio quedó descartado que Irak fuera a aceptar las compensaciones económicas y estratégicas sugeridas tanto por Egipto como por un ya olvidado plan conjunto libio-palestino. De acuerdo con esta propuesta, la Liga garantizaría a Bagdad el pago de las supuestas pérdidas causadas por los dirigentes kuwaitíes debido a su política petrolera. Además, Irak recibiría en alquiler las islas kuwaitíes de Uarba y Bubiyán, que reclama por su importancia geográfica en el Golfo. Esta salida, que hubiera permitido a Sadam una solución honorable al día siguiente de la invasión de Kuwait, se ha ido haciendo más inverosímil a medida que el ambicioso dirigente se ha empecinado en su postura de fuerza. Sin embargo, en un nuevo paso de su huida hacia adelante, el presidente iraquí hizo ayer un llamamiento sibilino a los árabes y musulmanes de todo el mundo para que rescaten "de la ocupación" los lugares santos musulmanes en Arabia Saudí.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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