Regreso de unas criaturas absolutamente diabólicas
La industria norteamericana cultiva con habilidad el invento de las segundas, terceras y enésimas partes de las producciones que triunfan-sequels, en la jerga del cine que se hace en Estados Unidos- y ahora, fiel a esa saludable costumbre, nos llega la continuación de Gremlins, aquella historia de Chris Columbus que produjo Spielberg en 1984, con Joe Dante como realizador. El nuevo proyecto conserva los actores del original, Zach Galligan y Phoebe Cates, pero utiliza un guionista distinto -Charlie Haas, en lugar de Columbus- y ha tenido la suerte de contar con la experiencia de uno de los mejores especialistas americanos del maquillaje, Rick Baker, que recibió el Oscar por su trabajo en El hombre lobo americano en Londres, de John Landis.La pareja que conocimos en Gremlins 1 ha abandonado su entrañable ciudad provinciana de Kingston Hills por la inevitable Nueva York, en la que se sucederán las aterradoras peripecias provocadas por los inofensivos animalitos, de aspecto disneyano, para entendernos, que se transforman en bestias feroces cuando se acercan al agua después de la medianoche.
Gremlins 2
Director: Joe Dante. Productor: Michael Finnel para Amblin (Steven Spielberg). Guión: Charlie Haas. Imágenes: John Hora. Efectos especiales: Rick Baker. Intérpretes: Zach Galligan, Phoebe Gates, John Gloves, Christopher Lee. Estreno: Aluche, Amaya, Cid Campeador, Juan de Austria, Lope de Vega, Novedades y Palacio de la Música.
El planteamiento no es malo, pero sí insuficiente, porque no basta modificar el lugar de una acción concreta, si no se encuentran, paralelamente, unos hallazgos narrativos sorprendentes que justifiquen tales variaciones.
Gremlins 2 no llega a superar, lamentablemente, la tónica habitual de estas producciones, cuya única justificación es apurar al límite las posibilidades económicas de un invento probado.
El trabajo sobre las criaturas es impresionante, desde luego, y el repertorio de monstruitos se ha enriquecido notablemente en comparación con la primera aparición, pero la sátira social y religiosa que llenaban de sal y pimienta aquel relato, no ha sido renovada adecuadamente.
En esta película ha habido, sin duda, más atención a los trucos y efectos -algo, por otra parte, muy frecuente en la industria cinematográfica más poderosa de la Tierra- que a la imaginación de los responsables para atraer al espectador.
Tropelías
Gremlins 2 hubiera sido otra película mejor e infinitamente más atractiva si hubiera seguido de cerca la lección humilde de las viejas películas de Hollywood, que privilegiaban la invención sobre los despliegues tecnológicos (como sucedía, por ejemplo, en las divertidas andanzas de la mona Chita por la ciudad de los rascacielos, en Tarzán en Nueva York) sin necesidad de trucajes ni de efectos complejos. Aquellos hallazgos humorísticos eran más eficaces y divertidos que las tropelías de estos gremlins en un gran edificio. Ante esta hábil producción de Spielberg -tan lejana a los grandes aciertos de este realizador- la decepción es inevitable aunque el proyecto debería haber sido mucho más imaginativo y audaz, mientras que, en la práctica, se ha quedado muy corto respecto a sus posibilidades iniciales.
Babelia
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