Verde era Galicia
LAS ALTAS temperaturas, la prolongada sequía y la actividad nunca en reposo de los pirómanos se han dado la mano estos días para que el fuego arrase una vez más los montes de Galicia. De la magnitud de la catástrofe dan fe los 111 incendios localizados en una sola jornada y las más de 5.000 hectáreas quemadas durante los primeros cinco días de agosto. A este ritmo, la denominada esquina verde de la .Península dejará pronto de serlo, para convertirse en escaparate de la España árida.Los efectos de las llamas han alcanzado en los últimos 25 años a la mitad de la superficie de Galicia. Sólo en 1989 fueron casi 300.000 las hectáreas de monte quemado, y este año se acercan ya a las 25.000. La impotencia de las autoridades es dramática, pese a que el asunto fue punto esencial de los programas electorales de todos los partidos y a que la actual Xunta haya presupuestado una partida de 5.000 millones de pesetas para combatir esta plaga.
Lo sorprendente de esta prolongada e imparable agresión al medio natural es que nadie haya sido capaz dé determinar sus causas efectivas, aunque exista un consenso general sobre la intencionalidad criminal en al menos un 80% de los incendios. Siendo lo más descorazonador la impunidad en que quedan en su práctica totalidad. La única certeza es que todos los veranos se producen en Galicia miles de,delitos de incendio que nunca son esclarecidos. El propio fiscal de la Audiencia Territorial de La Coruña reconoció en su memoria del pasado año que había tenido constancia de la comisión de 703 delitos por hacer fuego en el monte, pero los detenidos por este motivo sólo fueron 37. Y este año, pese a las instrucciones cursadas desde Madrid por el fiscal general del Estado y a las promesas de las autoridades gubernativas de incrementar la vigilancia policial los resultados de la investigación, si es que ha habido alguna, son completamente nulos.
La Xunta no duda en hablar de "organizaciones criminales", pero no se atreve a señalar directamente a nadie. Grupos nacionalistas y ecologistas hace ya tiempo que no se recatan en responsabilizar a las grandes empresas del sector de la madera, especialmente a grupos multinacionales que aspiran a instalar nuevas plantas de celulosa en Galicia. Son, en cualquier caso, afirmaciones que nunca se han podido probar. El misterio continúa mientras la acción incendiaria devora los bosques entre la deseoordinación administrativa y las burdas instrumentalizaciones propagandísticas de algunos de los responsables de reprimirla. Porque es increíble que no exista nadie capaz de seguirle la pista a los incendiarios. El más inexperto de los detectives sabe que ante un crimen sin resolver hay siempre por lo menos una pregunta que hacer: ¿a quién beneficia? Dar con la respuesta sería tanto como descifrar el enigma que amenaza con convertir a Galicia en un erial. Puede que esta situación reporte beneficios a unos pocos, pero de la evitación de sus criminales objetivos depende el bienestar y el interés de la generalidad de los gallegos.
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