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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hombre horrible

La esposa es inteligente, el marido obtuso. El marido es convencional, egoísta, indelicado: imagen típica. Además, es adúltero. La amante es inteligente, liberada, contemporánea. Y él, repitamos, mezquino, sordido, cobarde. La esposa provoca una reunión de los tres. Pasa en el segundo acto. En el primero, a solas esposa y marido, ella le invectiva, le pone al descubierto; él se defiende con ese lenguaje convencional de teatro que sirve para que el público se dé cuenta de su falsedad.En el segundo acto, la reunión de los tres: las dos mujeres se entienden con facilidad, las dos tienen razón, se ofrecen una a otra los restos del hombre horrible y él propone soluciones indecentes, nuevamente cobardes. Nada que hacer. La esposa se va con otro -el Herbert del títullo- y el horroroso se queda a solas con la amante que le desprecia.

Háblame de Herbert

Autor: Elicio Dombriz. Direcc'ón: Arnadeo Sans. Intérpretes: Marta Puig, Pepe Lara, África Pratt. Teatro Reina Victoria. Madrid, 26 de julio.

Manual

El manual de feminismo podrá, supongo, hacer las delicias de las espectadoras sencillas; también lo ha supuesto el autor y por eso, sin duda, ha escrito la obra: en la creencia de que son las damas las que llenan estos teatros.

El diálogo es correcto, tiene chispitas, pero resulta demasiado débil para llenar por sí solo el tiempo de una comedia corta. Tiene a veces articulismo, es decir, reflexiones fáciles sobre las situaciones entre el hombre y la mujer en forma de monólogos.

Comedia de oficio, tiene actores que cumplen con su oficio y un director también servicial. En un decorado de circunstancias, la acción pasa discretamente, y África Pratt, Marta Puig y Pepe Lara la defienden y consiguen que las réplicas y las frases de autor lleguen hasta el público.

Felices los espectadores que reían a lo largo de la obra y que lo agradecían con ovaciones suficientes para que los creadores salieran a escena con los intérpretes, mientras todos los ventiladores recién instalados movían el aire con su buena voluntad eléctrica.

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