El médico Schwarzenberg, inhabilitado por ayudar a morir a una enferma
Un aluvión de críticas, incluida la del ministro de Sanidad, se registra estos días sobre la Orden de Médicos francesa, acusada abiertamente de fascismo por haber condenado a un año de prohibición del ejercicio de la medicina al profesor Léon Schwarzenberg. El más eminente oncólogo francés ha sido sancionado por "lesionar la honorabilidad de la profesión médica" en unas declaraciones en las que reconocía haber ayudado a morir a una enferma incurable.
Dos debates se cruzan en el caso Schwarzenberg. Uno afecta a la esencia misma de la Orden de Médicos, una institución que, como recuerda estos días la prensa, fue fundada en septiembre de 1940, en una Francia ocupada por las tropas de Adolf Hitler. La Orden de Médicos nació siguiendo las instrucciones del mariscal Pétain para la creación de un "Estado corporativista", y desde Mayo del 68 se elevan periódicamente coros de voces en la sociedad francesa y en la misma profesión médica que afirman que su carácter ultraconservador es fruto del espíritu de los tiempos en que vio la luz: él del fascismo triunfante en Europa.El ministro de Sanidad, Claude Evin, se ha solidarizado con Schwarzenberg, que le precedió en ese puesto en el Gobierno de Michel Rocard, aunque sólo por unas semanas, dada su negativa a renunciar a uno solo de sus principios personales o profesionales. Evin ha subrayado el aspecto más grave de la sanción contra el cancerólogo. "Prohibir a un médico el ejercicio de su profesión por unas declaraciones efectuadas a un diario es todo un delito de opinión", ha dicho escandalizado el ministro. Schwarzenberg, en efecto, no ha sido castigado por haber practicado la eutanasia, sino por haberlo reconocido públicamente, lo que para la Orden de Médicos significa una apología del derecho a la muerte de los seres humanos y, aún más grave, un deshonor para la profesión.
En un artículo publicado el 16 de agosto de 1987 por el Journal du Dimanche, Schwarzenberg contaba cómo en su profesión se había enfrentado en muchas ocasiones a situaciones en las que enfermos terminales le pedían poner fin a sus sufrimientos. El médico decía: "No es la eutanasia lo que me apasiona, sino ayudar a vivir a los enfermos". No obstante, reconocía haber ayudado a morir a una enferma incurable que desde hacía meses lo reclamaba y esta demanda era apoyada por su familia.
"Los torturadores", declaraba el profesor, "son los que toleran el sufrimiento de los otros y encima están en paz con su conciencia". Y más adelante afirmaba ,, Hacer una distinción entre abri un grifo, eutanasia activa, y cerrarlo, eutanasia pasiva, es una hipocresía. ¿No es lo mismo dejar de alimentar un tubo que servirse de una jeringuilla?"
El cancerólogo fue acusado por la Orden de Médicos de violar dos artículos del código de deontología profesional. En uno, el 20, se dice: "El médico debe esforzarse en aliviar los sufrimientos de su enfermo. No tiene derecho a provocar deliberadamente la muerte". En el otro, el 33, se afirma: "Todo médico debe abstenerse, incluso fuera del ejercicio de su profesión, de cualquier acto o declaración que dañe la imagen de la corporación". La condena de Schwarzenberg no se sustancia en la acusación de eutanasia, sino en la segunda: sus declaraciones, estima la Orden de Médicos, han ensuciado la honorabilidad profesional.
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