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FESTIVAL DE TEATRO DE AVIÑÓN

Savary se pone al servicio de Shakespeare en 'El sueño de una noche de verano'

La cantera Callet, nombre de la empresa que la explota, en el término de Boulbon, en una de las márgenes del Ródano y a escasos kilómetros de Aviñón, pertenece ya a la historia del teatro de este fin de siglo por haberse estrenado en ella, en 1985, El Mahabharata de Jean-Claude Carrière y Peter Brook. Después de aquel inolvidable acontecimiento, la cantera ha acogido un festival de expresión provenzal; el estreno mundial de Repos, de Pierre Boulez (1988); el Teatro Zingaro, cabaré ecuestre (1989), y este año, el estreno del montaje de Jérôme Savary de El sueño de una noche de verano shakespeariano (coproducción del Théâtre National de Chaillot, Taormina Arte y el Festival de Aviñón). Savary se ha puesto al servicio de Shakespeare y logra una noche loca, un tanto excesiva, pero que no se come el texto y satisface al público.

Pese al fólclor provenzal, al genio de Boulez, a los caballos de Bartabas y a la locura controlada, muy bien controlada, de Savary, la cantera Callet, ese lugar mágico donde se hubiesen podido rodar las secuencias finales de Encuentros en la tercera fase, sigue siendo el escenario del Mahabharata.Los que conozcan a Savary y hayan seguido su carrera (Savary llega a España en 1976, con Les grands sentiments, un montaje del Grand Magic Circus), comprenderán fácilmente que El sueño... es un texto que le va a Savary, que le permite, como suele decirse, ponerse las botas y si es preciso -o aunque no lo sea-, pasarse. Él mismo, en la rueda de prensa previa al estreno, confesaba que, de vivir Shakespeare, serían muy buenos amigos, tomarían copas juntos y el gran Bill le pediría que le estrenase sus comedias, lo que Savary haría con mucho gusto.

Familia de gitanos

Del Ducado de Atenas, en el montaje de Savary sólo quedan los restos de la Acrópolis, que se divisan ahí -la imagen, admirablemente iluminada, es de una gran belleza-, a lo lejos, en lo alto de la cantera, y una gran testa de Hermes, perdida entre el bosque mágico. El duque, Hipólita, Lisandro, Hermia, Demetrio, Elena... forman una familia de gitanos de la Camargue -Hipólita es una vidente-, que viven en caravanas, conducidas por haigas. Gente vital y simpática que baila sevillanas (cantadas por Pepe acompañado a la guitarra por El Mochuelo). Están acampados al pie de la canteraCuando se marchan, los gitanos recogen las sábanas blancas que habían tendido entre las caravanas y tras esa blancura aparece el bosque de Titania y Oberón. Entramos en el reino del kitch británico, corregido y aumentado por Savary. Ello quiere decir que no hay que extrañarse si vemos un cocodrilo salir de un lago amenazando a Lisandro con su temible dentadura; a un indio del Amazonas acompañar con un primitivo tamborcillo el revolcón que se dan Titania y el asno; si vemos al mismísimo conde Drácula, acompañado de una extraña criatura -un marciano con trompa-, tumbarse en el bosque al despunta el día, y ser tragado por aquél o un bosque por el que cruza una locomotora... Son los eternos gags de Savary. Es algo más fuerte que él -la marca del Magic Circus no se borra así como así-, pero el público, que sabe lo que va a ver, se ríe como un niño y aplaude.

Las dos parejas de amantes (Lisandro y Hermia, y Demetrio y Elena) parecen sacados de un filme de Almodóvar; Titania carece de la fuerza, de la mala uva del texto -las escenas de bestialismo están tratadas en clave de humor-; Oberón es un tipo grandilocuente ridículo, que se expresa como un cómico de la vieja escuela; Puck es un mariconazo escapado de una vieja cinta de Carmen Miranda o de un burlesque de principios de siglo. La compañía de cómicos aficionados de Peter Quince es admirable. Savary los trata con una gran ternura y logra en su interpretación de los trágicos amores de Píramo y Tisbe un momento de gran teatro.

Noche loca

Uno sale de ver el espectáculo satisfecho, contento por esa espléndida iluminación, por el buen juego de los actores, por el buen partido que Savary, su escenógrafó, y muy especialmente su iluminador, han sabido sacarle a la cantera. Y uno sale también preguntándose cuántos kilos debe de haber costado ese espectáculo; un espectáculo donde el Magic Circus -o Savary, tanto monta- se pone al servicio de Shakeaspeare para lograr una noche loca -no más que la que escribió Shakeaspeare-, un espectáculo un tanto excesivo (ese Drácula... ), pero que no se come el texto, y eso es lo importante. Shakeaspeare puede con todo.Por otro lado, Lluís Pasqual, director del Théâtre de l´Europe, que se encuentra en Aviñón como espectador, ha avanzado a este diario su programación de la próxima temporada: "Empezamos con el estreno de la versión francesa de Comedia sin título, de Lorca, que dirijo yo", dice Pasqual. "Luego llevamos el montaje que realicé de la misma obra en el María Guerrero, con Imanol Arias, en castellano. Seguimos con tres obras de Shakespeare: dos del National Theatre (Richard III, dirigida por Richard Eyre, y King Lear, dirigida por Deborah Warner), y una tercera en francés, Mesure pour mesure, dirigida por Peter Zadek. Terminamos la temporada con Le balcon, de Genet, que dirijo yo, con Jeanne Moreau".

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