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39º FESTIVAL DE MÚSICA DE GRANADA

'La Antequeruela', entre Falla, Cataluña y Armenia

El último programa de Edmon Colomer y la English Chamber Orchestra celebrado el viernes en el Auditorio Manuel de Falla tenía gran interés. Se estrenó La Antequeruela, del alicantino invidente Rafael Rodríguez Albert. Como en este bello díptico juega la guitarra un papel principal, se contó con la colaboración de Narciso Yepes, quien, a su vez, aportó el estreno de un nuevo concierto para guitarra y orquesta que le ha dedicado el norteamericano de origen armenio Alan HovhanessPor su parte, Colomer añadió Cimento di luce e tenebra de Jordi Cervelló estrenado en Barcelona la temporada 1984-85 dentro del ciclo de la Caixa. Para final El amor brujo, esta vez, por fortuna, en su versión definitiva, como la denominaba Falla.

Precisamente a Manuel de Falla dedicó Rodríguez Albert, al cumplirse el centenario de su nacimiento, La Antequeruela, visión o acercamiento al compositor habitante en la granadina Antequeruela Alta. La obra, que recibió el premio de la universidad de Granada, presenta una cierta forma de Carmen: una entrada, a modo de patio, prometedora de "silencio y sueño", como diría Juan Ramón Jiménez, y una estancia, en forma de danza nocturnal. La sensibilidad levantina de Rodríguez Albert combina una orquesta de cámara "a dos" con la función solista del clave, la guitarra y la voz, lo que podría significar la última predilección de don Manuel.

Cantó con acierto Gloria Fabuel, tocó el cémbalo Paul Searle Barnes y fue magnífico tañedor de guitarra Narciso Yepes. Quizá a la versión general le faltó detallismo, pero estuvo bien orientada, fue entendida por el público que la acogió con calurosos aplausos. Y, sobre todo, se remedió la injusta desgana de que una obra de autor tan destacado como Rodríguez Albert, premiada hace 14 años, no hubiera sido programada nunca, ni siquiera en este marco que le es propio.

La manera expresivista de Jordi Cerbelló, su aliento poético, su claridad de textura, se evidenciaron una vez más en Cimento di luce e tenebra basada en ese intervalo de segunda tan querido por Falla en los Nocturnos o en el Romance del pescador y desarrollada con naturalidad y riqueza de contrastes nunca violentos. Fue la mejor versión de la noche, la más minuciosamente detallada en su recogido intimismo radical.

El Concierto armenio de Hovhaness, que hace el número 314 de sus obras, permanece fiel a las incitaciones de la canción, la danza y la geografía armenias. Música cuya comunicatividad queda decidida por la teoría de diez intimidades que es siempre la guitarra de diez cuerdas de Narciso Yepes, priman en ella el color y las imágenes sobre cualquier otro valor. Enaltecer la versión de Yepes no sería sino insistir sobre lo que significan, por sí mismas, las dos sílabas de este apellido, un hito en la historia española de la guitarra.

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