Una señal clara
EL CONSEJO Europeo de Dublín ha dado una señal clara de su voluntad de poner en marcha una asistencia económica y financiera sustancial a la Unión Soviética que ayude a Mijaíl Gorbachov a superar la crisis que está atravesando. La propuesta de esa ayuda a la URSS partió del canciller Kohl y recibió el apoyo resuelto de varios Gobiernos, en particular el francés, el italiano y el español. Si el tema ha dado lugar a una discusión enconada a causa de las reticencias de los Gobiernos británico, danés y portugués, la conclusión ha sido positiva: la cumbre manifiesta una voluntad política inequívoca de ayudar a la URSS y enc arga un estudio de las necesidades más apremiantes para llevarla a cabo. El tema se traslada ahora a la retimón de Houston, el 9 de julio, de los siete países más ricos del mundo, en cuyo orden del día la ayuda a la URSS ocupa un lugar central, lo que demuestra la sensibilización que existe ante un posible hundimiento económico soviético.Lo ocurrido en la cumbre de Dublín, er la que Margaret Thatcher expresó reticencias semejantes a las que aún existen en la Administración de Bush, indica que se ha producido un cambio considerable en la actitud de los Gobiernos occidentales, incluso de los más reservados, gracias sobre todo al ambiente de mayor confianza que reina en las relaciones con Moscú. La diferencia entre las posiciones progorbachovianas de Kohl o Mitterrand y las más reservadas de Bush o Thatcher no estriba tanto en si conviene ayudar a Gorbachov, sino más bien en cómo hacerlo.
La audacia del canciller Kohl se debe a su convicción de que una gran ayuda económica es imprescindible para que Gorbachov levante los obstáctilos que aún entorpecen el camino hacia la presencia de la Alemania unida -con unas u otras modalidades- en la OTAN. En la actitud de Mitterrand, de pleno apoyo a la tesis de Kohl, rebrota una tradición muy antigua de la política francesa: el deseo de integrar a Rusia en la política europea. El presidente francés aprecia en Gorbachov una orientación netamente europeísta, sobre todo en un momento en que surgen tendencias de signo muy distinto en el escenario soviético. Ese europeísmo de Gorbachov será tanto más seguro si éste se aproxima a los radicales de Reforma Democrática. Y el impacto, en la política interior, de una ayuda económica occidental sustancial sería con toda probabilidad el acercamiento de Gorbachov y los radicales.
Por otra parte, las reticencias de Bush se explican en el actual momento soviético: Gorbachov está muy debilitado, los conservadores levantan cabeza, la reforma encaminada a establecer una economía de mercado se retrasa... En una palabra, hay amenazas e incógnitas, y la razón profunda de la ayuda occidental es que debe contribuir al desarrollo de las reformas de signo democrático. En una coyuntura tan fluctuante como la que vive hoy la URSS, el retraso de la ayuda occidental sería con toda probabilidad un argumento que fortalecería a los partidarios del retorno al pasado.
Posponer la ayuda a la URSS sería la respuesta más negativa ante las incógnitas del momento. La solución debe buscarse -como ha hecho la CE, y cabe esperar que algo parecido se haga en Houston- escogiendo fórmulas que lleguen directamente al ciudadano soviético y que sirvan para fomentar la iniciativa privada. Si el soviético de a pie empieza a percibir en el próximo año señales de reactivación, el efecto será sumamente positivo. Es para los Gobiernos cccidentales una opción compleja. Tiene peligros -como toda gran política-, pero responde a la nueva etapa en que hemos entrado.
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