Amor y analfabetismo Cartas a Iris
El cine americano usa en general personajes ricos y famosos, con buena salud, cuya belleza e inteligencia constituyen una especie de talismán contra la mala suerte; las historias que nos proponen, en su mayoría, sólo describen algunos obstáculos sin fuerza que se resuelven rápida y fácilmente hasta llegar al inevitable final. Algunos profesionales se resisten ante estos manejos y pretenden ahondar, en cambio, en la realidad cotidiana, sin que esa apariencia superficial, brillante y hueca, oculte la miseria existencial que hay debajo.Un buen ejemplo de esta forma de entender el cine lo encontramos en Cartas a Iris, que es el resultado de la terquedad de Martin Ritt, el veterano director de El espía que surgió del frío, Hud o La tapadera. Este veterano director, que sobrevivió a las listas negras y al doble estigma de ser judío e izquierdista no pierde sus acciones juveniles y con un interesante guión de Harried Frank e Irving Ravetch (los mismos que escribieron uno de sus filmes más inolvidables, Norma Rae) nos cuentan la curiosa relación de amor entre dos personas de la clase obrera. Ella se llama Iris, es madre de dos niños y está sepa rada. Él, Stanley, sólo puede ejercer pequeñas tareas marginales y, sin futuro a causa de su analfabetismo.
Cartas a Iris
Producción: Arlene Selles y Alex Winisky. Guión: Harried Frank Jr. e Irving Ravetch. Imágenes: Donald McAlpine. Música: John Williams. Dirección: Martin Ritt. Intérpretes: Robert de Niro, Jane Fonda, Martha Plimpton. Estreno en Madrid: Gran Vía, Luchana, Peñalver, Vaguada y Multicines Majadahonda.
Ritt ha sido atraído, eso está claro, por esta narración inhabitual en la que se une su preocupación por la cultura y el bienestar de la clase trabajadora y el sentido crítico que corresponde a un filme que se mueve en un ambiente pobre, y en el que la vida es difícil. Todo esto le permite al director acercar su cámara a unos ambientes insólitos -la cadena de montaje de una fábrica, un asilo de ancianos... - que nos ayudan a entender mejor una de las caras ocultas, o poco difundidas, del país más rico de la tierra.
Optimismo
El sisitema es funcional y oportuno, pero pronto deja ver sus fallos, especialmente cuando los actores principales, Jane Fonda y Robert de Niro, no acaban de encajar demasiado los papeles que les han encomendado. El problema es especialmente grave en el protagonista masculino, porque resulta imposible pensar que De Niro es un analfabeto, por mucho que el actor multiplique gestos de un presunto hombre iletrado. Ritt es capaz de sugerir adecuadamente los ambientes generales y situar a los personajes, pero no llega al fondo de la cuestión y se queda en un optimismo bien intencionado que no resuelve nada.Entre las ideas originales y los resultados cinematográficos de este proyecto hay, pues, una buena distancia que va en perjuicio del filme en definitiva. No se puede decir que estemos ante un error total, por supuesto, pero sí que hay demasiados cabos sueltos y bastantes preguntas sin respuestas. Martin Ritt es un director coherente desde el punto de vista ideológico y eso ayuda, indiscutiblemente, a dar un aspecto sólido y homogéneo a lo que está contando.
Pero su realización peca por ser demasiado plana y sin brillantez, al no saber sacar todo el partido imaginable al material que tiene en sus manos. Por supuesto, incluso cuando se equivoca, o no da completamente en la diana, es magnífico ver a dos actores de raza como Jane Fonda y Robert de Niro. Es muy posible que este proyecto no se hubiera puesto en marcha sin su colaboración y también es comprensible que ambos hayan cedido a la tentación de dar vida a unos personajes tan opuestos a los que suelen interpretar generalmente aunque una cosa sean los buenos propósitos y otros los trabajos redondos.
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