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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Continuidad andaluza

POR ENCIMA de cualquier circunstancia, y eran muchas las que concurrían en esta ocasión, el electorado andaluz viene demostrando desde 1982 una sustancial continuidad en sus preferencias. Es la primera evidencia que se deduce de los resultados de las autonómicas de ayer. Con o sin escándalos políticos de envergadura; con o sin coincidencia con las elecciones generales; con campaña agresiva o pasablemente discreta, los andaluces votan a la izquierda con preferencia a la derecha en una proporción abrumadora, y al PSOE con predilección a otras formaciones de izquierda en medida considerable.El incremento espectacular de la abstención, que fue del 34% en 1982 y del 29% en 1986, y se situará ahora próxima al 50%, es una novedad muy expresiva de estos comicios. Seguramente la abstención corresponde en buena parte al rechazo de los ciudadanos a los aspectos más turbios de la actividad pública, puestos de manifiesto por los escándalos simbolizados por los nombres de Juan Guerra y Rosendo Naseiro. Que más de dos millones de andaluces hayan decidido no acudir a las urnas revela que numerosas personas han preferido expresar su descontento contra los partidos en general. El hecho de que los más señalados escándalos hayan salpicado a las dos primeras formaciones políticas ha influido probablemente en ese decantamiento.

De todas formas, el crecimiento de la abstención y su interpretación como síntoma deben ser matizados en función de los siguientes datos: que las anteriores autonómicas coincidieron con unas generales, lo que favoreció la participación; que ésta ha sido la primera ocasión en que se han celebrado en sábado, por lo que se carece de un punto de referencia para calibrar en qué medida ese factor temporal ha podido incidir en la abstención. De otro lado, el hecho de que Izquierda Unida (IU), la formación que ha salido más limpia del fangal de los últimos meses, no sólo no se haya beneficiado electoralmente de ello, sino que haya sido proporcionalmente la que ha perdido más votos revela que no es el factor de los escándalos el único que interviene en la decisión del voto.

Andalucía, que con sus cinco millones de electores potenciales es el mayor silo de votos del PSOE, pertenece a ese triángulo suroriental de la Península que vota preferentemente a la izquierda y que comprende a las regiones cuya economía ha venido creciendo en los últimos años por encima de la media nacional. Los sociólogos vienen insistiendo hace años en ese factor -percepción optimista de la realidad económica- como el determinante, por encima de cualquier otro, de la hegemonía de los socialistas en Levante y Andalucía. Sin descartar su incidencia en algunas zonas rurales, la influencia del clientelismo -ese voto cautivo de que habla la derecha recalcitrante con clara intención deslegitimadora- no basta para explicar esta nueva mayoría absoluta: los desempleados subsidiados son en Andalucía unos 200.000, una cantidad considerable pero en absoluto suficiente, aunque todos ellos votasen al partido del Gobierno, para dar cuenta de la ampliación de la distancia -de más de 25 puntos ahora- entre el PSOE y el principal partido de la oposición.

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La obsesión de los nuevos dirigentes populares por centrar su mensaje antes en la deslegitimación del poder socialista que en la defensa de alternativas solventes puede reforzar opciones populistas, como la representada por el PA, pero ayuda poco a la captación de los votos de ese electorado moderado que no comparte la visión catastrofista que se le ha presentado, y que seguramente ha alimentado también en buena medida la abstención. Porque los resultados de ayer, en lo que a la relación izquierda-derecha se refiere, son comparables a los registrados en las dos anteriores elecciones autonómicas celebradas en Andalucía: la suma de los escaños del PSOE e Izquierda Unida (y antes el PCE) dobla largamente la de los partidos de centro-derecha, cualquiera que sea la definición de ese sector ideológico que se proponga.

El PSOE sigue recogiendo más de tres de cada cuatro votos de izquierda, siendo significativo que en Córdoba, principal cantera del partido de Julio Anguita, los socialistas hayan aumentado en la misma proporción en que retrocede IU. Lo que significa que el descrédito de los comunistas tras el derrumbe de los regímenes del Este sigue limitando decisivamente las posibilidades de crecimiento de una opción a la izquierda de la socialdemocracia. Recogiendo votos de muy diversa procedencia, el Partido Andalucista, que ha aparecido como el más radical crítico del poder, ha doblado sus resultados de 1986. Su ascenso es coherente con una situación recalentada por los escándalos, pero la ausencia de una base social homogénea permite dudar de su asentamiento como fuerza determinante de la política andaluza.

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