La belleza del diablo
Desde hace siglos los doctores de la iglesia nos vienen advirtiendo sobre lo peligrosamente fascinante que puede ser el diablo, ya se presente en forma de hombre, de mujer o de barítono. La reiteración de las advertencias revela su poca utilidadEl pasado martes, en el estreno de Les contes d'Hoffmann, último título de la temporada lírica, el Liceo, inmerso en un calor infernal, aclamó al malígno encarnado en José van Dam. El barítono belga, intérprete de los cuatro diabólicos personajes de Lindorf, Coppélius, Dapertutto y Miracle, cuatro encarnaciones del mal, aunque el mal sólo sea a veces la realidad haciendo añicos el sueño, ofreció un verdadero recital de lo que debe ser un cantante de ópera. Bien dotado vocalmente, José van Dam en ningún momento sacrificó la belleza del color y la exactitud de la línea a la potencia o la exhibición de medios. Escénicamente justificó su fama como actor, que le ha llevado en diversas ocasiones las pantallas cinematográficas: compuso sus difíciles personajes con seguridad, y los dotó de cuerpo, de auténtica consistencia y realidad dramática.
Les contes d'Hoffmann
De Jacques Offenbach. Intérpretes principales: Ruth WeIting, Patrizia Orciani, Judith Haddon, Graciela Alperyn, Neil Shicoff y José van Dam. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatro del Liceo, dirigidos por Eugene Kohn. Producción del Gran Teatro del Liceo dirigida por Giuseppe de Tommasi. Gran Teatro del Liceo, Barcelona, 19 de junio.
Buen gusto es también la cualidad más destacada de Neil Shicoff, que interpretó el personaje del poeta Hoffmann. El tenor norteamericano abordó su extenso y difícil papel con muchas prevenciones. En el prólogo, apareció como un tenor lírico elegante pero de poca cilindrada, con escasa proyección vocal sobre la sala; poco a poco fue calentando la voz, que empezó a adquirir brillo y cuerpo y acabó muy bien.
Diverso fue el balance musical femenino. Ruth WeIting cosechó un gran éxito en el papel de la autómata Olimpia; Les oiseaux dans la charmilie fue aclamado. A decir verdad, la interpretación de esta conocida pieza no fue impecable y en algún momento la cantante caló ostensiblemente; sin embargo, alcanzó con limpieza agudos estratosféricos, impresionantes; Apreciable y muy vistosa la actuación de Patrizia Orcian como la cortesana Giulietta y difícilmente evaluable la de Judith Haddon, enferma, en el papel de la enfermísima Antonia. Su actuación estuvo precedida por el parte médico habitual, aquel que habla de la conocida "repentina indisposición" y que acaba pidiendo "comprensión".
Correcto rendimiento orquestral y sólo discreto el del director, Eugene Kohn. Superiores los coros. La producción, la misma en esencia que la de 1986, volvió a gustar.
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