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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuerza del continuismo

LAS ELECCIONES en Bulgaria han puesto de relieve hasta qué punto difieren en el Este, de un país a otro, las condiciones de la transición a la democracia. Independientemente de algunos episodios de fraude denunciados, los observadores extranjeros consideran válido el éxito obtenido por el Partido Socialista Búlgaro (PSB), nuevo nombre adoptado por el antiguo Partido Comunista Búlgaro (PCB) para comparecer ante los electores. Ese resultado se debe, en gran medida, a que el viejo sistema de poder, basado en un partido único fundido con el aparato estatal, no ha sido desmantelado. Por eso el partido -aunque ahora llamado socialista- conserva los resortes del entramado burocrático de la maquinaria estatal en sus manos. En el ámbito local siguen dominando, en gran parte, los mismos hombres, y con métodos parecidos a los que dominaban antes del pluripartidismo.Sin que sea posible identificar el caso búlgaro con el rumano, ya que en éste el dictador fue derribado violentamente y el Partido Comunista Rumano desapareció siendo sustituido por un Frente de Salvación Nacional, se dan, sin embargo, ciertos rasgos comunes entre los dos países. En el plano histórico, se trata de dos sistemas sin tradiciones democráticas, con una estructura atrasada y un gran peso de la población agraria. Y, por ello, con una tendencia arraigada a aceptar que los que mandan sigan mandando. La oposición en Bulgaria es, sobre todo, un fenómeno urbano, de los medios estudiantiles e intelectuales. Por eso, ante los primeros resultados parciales en la capital, Sofía, la Unión de Fuerzas Democráticas (UFD) se lanzó a la calle creyendo en su victoria; pero sufrió luego una terrible decepción cuando llegaron los resultados de las zonas agrarias, con un peso considerable en un país como Bulgaria.

Comparando estos comicios con lo ocurrido, unas horas antes, en Checoslovaquia, saltan a la luz diferencias abismales. Además de la existencia de una tradición democrática mucho más arraigada, Checoslovaquia se caracteriza por el hecho de que la oposición nunca ha dejado de existir y de manifestarse, de una u otra manera. La persecución contra los integrantes del movimiento Carta 77 ha forjado un equipo de personalidades que han encabezado la resistencia y mantenido viva la lucha por la libertad. Toda esa cultura política salió a la superficie después de la revolución de terciopelo del pasado noviembre. En Bulgaria, en ese mismo mes, el dictador Yivkov y sus colaboradores más íntimos fueron eliminados y algunos encarcelados, pero una gran parte del viejo aparato ha seguido gobernando. Y la decantación de las fuerzas democráticas se hizo sobre la marcha, en un ámbito restringido. Es una tarea que aún no se ha llevado a término.

El próximo domingo se celebrará la segunda vuelta de las elecciones, y sólo entonces se podrá conocer exactamente la distribución de los escaños en la futura Asamblea Constituyente. Ésta deberá elaborar y aprobar una nueva Constitución y, en un plazo de año y medio, convocar nuevas elecciones a partir de las cuales podrá empezar la nueva etapa de la historia de Bulgaria, con un carácter democrático. Probablemente, el hecho más importante de los actuales comicios consiste en que han roto el hielo, despejando el camino de una evolución hacia cotas superiores de libertad y un pluralismo efectivo.

En el seno de las fuerzas de oposición se enfrentan los partidarios de cooperar con el PSB, y los que rechazan radicalmente toda colaboración de ese género. Pero quienes se oponen a lo establecido -aunque cuantitativamente son minoría- han obtenido un apoyo electoral considerable, que debería animarles no a encerrarse en una simple crítica, sino a trabajar con todas sus fuerzas para ensanchar las vías hacia el pluralismo. La insistencia del presidente de la UFD, Zelo Zélev, en que la colaboración con el PSB exige que éste elimine de su seno a los partidarios de los viejos métodos y acoja en su dirección a personas de auténtico talante democrático, aparece doblemente actual después de las elecciones. Si el PSB se dejase llevar, apoyándose en los votos, hacia una actitud prepotente, la transición podría quedar bloqueada. En definitiva, se trata de que quienes han disfrutado del poder durante la larga etapa del partido único acepten acabar con los hábitos de un autoritarismo distante de la corriente histórica actual.

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