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El partido aún da y quita

Los observadores internacionales dicen que la jornada electoral se desarrolló con corrección. La oposición dice que no. Después del juicio positivo de los delegados extranjeros sobre las elecciones del 20 de mayo en Rumania conviene ser escéptico respecto a su papel y no identificar lo que ven los observadores con lo que sucede en todo el país, sea cual sea, pero sobre todo si se trata de un país balcánico con 40 años de pasado comunista.Cuando las delegaciones se presentan en los pueblos en grandes coches oficiales negros es difícil evitar que los búlgaros de pueblos y ciudades pequeñas, que a los últimos extranjeros que vieron fue a los soldados soviéticos tras la guerra, evoquen tiempos pasados. Querer arrancarles una denuncia es una vana ilusión. Sin embargo, el fraude que haya podido existir en las elecciones búlgaras no ha tenido necesariamente que decidir la victoria del partido comunista, la victoria del poder al fin y al cabo. Durante toda su historia, los búlgaros podían esperarlo todo del poder, premios o castigos. La connivencia de la Iglesia ortodoxa con el poder político sólo acentuó esta tradicional falta de rebeldía. El ahora Partido Socialista de Bulgaria tiene, por otra parte, una larga tradición, está firmemente enraizado en la sociedad. Fuera de las grandes urbes, donde ha surgido una juventud educada y prooccidental, es el partido el que da y quita, premia adhesiones y castiga disidencias. El partido concede el pienso para el ganado, da trabajo al hijo, otorga los volantes para viajar al mar Negro.

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