Beneficios y creación de empleo
El fuerte crecimiento de los excedentes empresariales durante la década de los 80 no empezó a traducirse en creación de empleo hasta 1986, un año después de que esos beneficios iniciaran su transformación en. inversión. El paso desde la recuperación de la inversión hasta el freno al proceso de destrucción de empleo exigió una paciente espera. A partir de 1986, y con el final de la crisis, sin embargo, el crecimiento de los excedentes empresariales ha estado acompañado de tasas de inversión y de creación de empleo crecientes.El slogan que defendía que los beneficios de hoy se transformarían en inversión mañana y empleo pasado mañana se enfrenta ahora al interrogante de cómo puede plasmarse una evolución a la inversa. De cuál puede ser el efecto en el empleo de pasado mañana de un ritmo más pausado, o incluso un freno, en el crecimiento de los beneficios. Minimizar ese posible efecto de cara al futuro es un objetivo de cualquier política económica. Sólo queda por averiguar cuál es la vacuna ideal o, entre las posibles, cuál tiene más fácil aplicación.
La reinversión de los beneficios es la idea defendida desde el Gobierno como vacuna a una expansión económica que no sea tan espectacularmente favorable para los excedentes empresariales como la de los últimos años. Esa reinversión puede contar con el apoyo de algún tipo de fondos de inversión de los trabajadores, aunque desde la patronal se defiende que la reinversión de beneficios, la autofin anci ación de los excedentes, ha sido creciente en los últimos años.
En 1983, con el inicio de la recuperación de los beneficios, las empresas dedicaban menos de 10 pesetas de cada 100 de resultado neto total a la autofinanciación. El reparto de dividendos, mientras, se llevaba más de la mitad de esos beneficios para evitar una salida masiva de accionistas. Dos años más tarde, en el primer ejercicio que arroja una tasa de inversión positiva, ya casi la tercera parte del resultado neto se dirigía a autofinanciación y poco más del 40% a dividendos. En 1988, último del que se dispone de datos globales, cerca del 50% del resultado neto de las empresas se dirige a autofinanciar su inversión.
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