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BALANCE DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

No había más cera

En 26 festejos sólo se cortaron 11 orejas, una más que en el abono de 1979

Eduardo Lozano, uno de los empresarios de la plaza de Las Ventas, antes de empezar la última edición de la Feria de San Isidro, respondió a los comentarios generalizados que se hacían respecto a la mediocridad & los carteles (véase EL PAÍS del 10 de mayo): "No hay más cera". El tiempo hubo de darle la razón, en todos los sentidos: no había más cera. Los resultados artísticos de la Feria de San Isidro, que concluyó el pasado martes, han sido de muy baja calidad, sólo comparable con los que ofreció la edición de 1989, última de las organizadas por Manuel Chopera.

Sólo ocho toreros han cortado orejas en los 24 festejos de toreo a pie celebrados. Cinco matado res de toros han cortado seis, y tres novilleros, cinco. En 1989 se cortaron un total de 10 orejas, en los 22 festejos de toreo a pie que tuvieron lugar entonces. Las cifras son significativas, aunque también podrían resultar irrelevantes si hubiera un balance de calidad en las actuaciones de los diestros. Pero no lo hay. Ningún matador de toros ha hecho faenas para el recuerdo en la feria recién terminada. No ha habido ninguna faena completa. Y, sin embargo, han saltado a la arena toros de encastada boyantía, en número muy superior a los que se habían visto en las anteriores ediciones de la feria.No hay más cera, ni hay más calidad torera. Quizá con mayor decisión algunos toreros pudieron redondear mejores actuaciones y, sin embargo, no es una crisis de valor lo que padece el actual momento de la fiesta, sino de torería. Porque hubo actuaciones verdaderamente meritorias, mientras el toreo puro se produjo rara vez. En este sentido, los ca sos de Espartaco y Roberto Domínguez son emblemáticos. A Espartaco se le reconoce su condición de número uno de la torería actual y en cambio sólo de mostró profesionalidad. A Roberto Domínguez se le reconoce su condición de artista y en cambio sólo hizo gala de ella en unos pocos pases al final de una larguísima faena a un excelente toro.

La feria fue antológica en lo que se refiere a los vicios propios del toreo moderno. Con rarísimas excepciones, todo el mundo toreaba encorvado, descargando la suerte, aliviándose con el pico sin contemplaciones. únicamente al final de la feria llegó Pepe Luis Vázquez e hizo del toreo auténtico un somero apunte. La pena es que a ese apunte se limitó su actuación.

El estallido de violencia que se produjo en la última corrida podría explicarse por la fatiga de un serial excesivamente largo, con la baja calidad que se apunta, y demasiadas situaciones de protesta producidas por la invalidez del ganado. Mas no está ahí (o solamente ahí) la explicación. Durante toda la feria se estuvo fomentando un ambiente contrario a los actuales empresarios de la plaza, acusándoles de organizar una feria que era comparativamente peor a las que montaba Chopera.

Y no es cierto en absoluto. Tan malas eran unas como otras. Con la importante diferencia de que en los años anteriores era difícilisimo ver un toro que embistiera por derecho, y multitud de espadas de alternativa en busca de su oportunidad o de novilleros con valentía y vocación, se encontraban en Las Ventas sin posibilidades de triunfo, mientras en la actual temporada el ganado boyante está saliendo con más frecuencia. Lo que faltan ahora son, lógicamente, esos toreros nuevos con oficio y cartel que no se pudieron promocionar durante los ocho años en que Chopera ejerció desde Madrid un férreo control del toreo. Por ejemplo, una novillada como la del pasado 30 de mayo, en la que obtuvieron un triunfo sensacional los tres novilleros, era inimaginable en Las Ventas años atrás.

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