El pianista Douglas, un maestro
El pianista Barry Douglas (Belfast, 1960), segundo premio en el Paloma O'Shea de Santander, 1980, y gran medalla en el concurso Chaikovski de Moscú, 1986, ha elevado al máximo el nivel del ciclo que actualmente celebra la Fundación Albéniz en el Auditorio Nacional. Ante el asombro de los muchos asistentes, Douglas desarrolló un programa bastante distinto a los habituales: sonatas de Prokoflev, Berg y Liszt, y dos preludios y fugas de Shostakóvich. Pianismo grande, pues, pero a la vez música de calidad.Discípulo en Londres de John Barstow y María Curcio y, como auténtico valor, maestro de sí mismo, Douglas maravilló a todos por su poderío técnico, en el más amplio concepto de ese término, y su trascendente musicalidad. Parece sintetizar este pianista los
Barry Douglas
Barry Douglas (pianista). Obras de Prokófiev, Shostakóvich, Berg y LisZt Ciclo Medalla de Oro de la Fundación Albéniz. Auditorio Nacional. Madrid, 1 de junio.
valores de muy diversas escuelas, desde la italiana a la soviética, para convertirse en un paradigma del planismo actual como síntesis histórica y realidad inmediata. Sobre ello, Douglas dice sus palabras propias: virtuosismo, como medio y comunicación afectiva, desnuda de énfasis, como fin. En dos palabras: fidelidad e imaginación.
El pianismo de Prokoflev es verdaderamente soberano por el conocimiento de todas las posibilidades del instrumento y por la riqueza y originalidad de la invención. La Sonata número 7, estrenada en 1943 por Sviadoslav Richter, representa la madurez del compositor en todos y cada uno de sus tres movimientos, pero la segunda, de 1912, nos habla ya de esos valores melódicos que tanto apreciaba Ansermet. Las versiones de Douglas nos dieron ambas páginas en su entera plenitud , tal y como sucedió con los dos preludios y fugas (números 15 y 24) del tan maltratado por los comentaristas de la Europa occidental Dmitri Shostakóvich. La verdad es que su Iegado gana muchos puntos cada día y, dentro de él, la serie de preludios y, fugas (admirable la fuga número 24, sobre un sujeto de dificil tratamiento), que el mismo compositor, magnífico pianista, estrenó en Leningrado el año 1951.
En la Sonata opus 1, de 1908, Alban Berg nos da algunos rasgos que caracterizarían su personalidad, aunque haya pasajes que de improviso nos acerquen al debussismo y sus consecuencias, lo que no es del todo raro dada la admiración que por el compositor francés sentía el maestro de Berg, Arnold Schoeriberg. Concebida en un solo movimiento, los desarrollos resultan tan constitutivos del discurso como las ideas.
Sobre la Sonata-Dante, de Liszt, imposible resulta saber si Liszt la tocaría mejor que Douglas, pero cabe pensar que lo que éste hace es insuperable por nadie, de ayer ni de hoy.
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