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Entrevista:

Paolo Fabbri: "El terrorista vive alienado"

"Con los grupos clandestinos hay que hablar aunque no es eficaz", dice el pensador italiano

Paolo Fabbri, de 50 años, siciliano de Palermo, ha conseguido hacerse oír en los ámbitos científicos de la lingüística, de la semiología y de la comunicación sin haber publicado un solo libro y sólo contados artículos en revistas especializadas. Inició sus investigaciones junto a Umberto Eco, quien le tomó como inspiración de uno de sus personajes (Paolo di Bologna) en El nombre de la rosa. Profesor de la Sorbona y de la Universidad de Bolonia, entre otras, en los últimos años se ha dedicado en especial a analizar el ámbito de la política Fue militante de la izquierda radical italiana en Lotta Continua.

Su interés por desentrañar los mecanismos del terrorismo y la personalidad de quienes lo ejercen le ha llevado a dirigir en el País Vasco una tesis universitaria sobre los métodos de persuasión y el uso del lenguaje por ETA y Herri Batasuna (HB). Fabbri ha visitado Bilbao invitado por la Asociación Vasca de Semiótica para dirigir un seminario sobre la crisis de los paradigmas científicos.Pregunta. Usted rechaza el concepto habitual de político y propone una interpretación global de su actividad. ¿En qué consiste.

Respuesta. Si hablamos de política como transparencia completa de la sociedad y libre decisión de la gente, eso no existe. El político está siempre frente a la sociedad, le impone cosas que no quiere hacer, obligaciones no deseadas por los afectados, como el pago de impuestos o la asistencia a la escuela. Ahora el razonamiento de los políticos lleva camino de transformarse en un discurso publicitario, limitado a constatar lo que desea la gente Stalin era más político que Mitterrand, aunque éste lo sea aún bastante porque es capaz de ir contra corriente. Si la política no se enfrenta a la tendencia general, deja de existir.

P. Sin embargo, en ocasiones parece llenarlo todo.

R. Parece que está en todas partes porque ya no dispone de un espacio propio. Las concentraciones de masas hitlerianas eran el escenario de un gran espacio teatral. Hoy los políticos son sobre todo gestores, carecen de capacidad para crear un espacio teatral aceptable, y salen a buscarlo, por ejemplo, a los estadios, a donde también va el Papa a hablar y a hacer una política que ha revolucionado la Europa del Este. Los verdaderos políticos en un mundo sin grandes oposiciones ideológicas son Jomeini y el Papa, porque tienen capacidad de decir a la gente dónde está el mal.

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P. ¿Es ésa la pretensión de las organizaciones terroristas, señalar con la muerte dónde está el mal?R. El terrorismo político siempre explica, razona, persuade y transforma a la víctima más bien en un instrumento de sugestión y propaganda. El cadáver de Aldo Moro estaba preparado para la fotografía. Le habían puesto el traje, le habían cortado el pelo y afeitado. Pero a veces olvidamos la condición del terrorista. Es interesante reflexionar sobre el rehén, pero también sobre el secuestrador, que también es un rehén de su ideología. Encerrado en una habitación, sin contacto con su familia o sus amigos, vive alienado, al margen de toda relación social. Se les imagina siempre como monstruos y se olvida lo que podríamos llamar la trivialidad del mal.

P. En Euskadi ETA dispone de un soporte social que no tenían las Brigadas Rojas italianas o la Fracción del Ejército Rojo alemana. ¿Cuál cree que es la explicación?

R. En Italia, hasta el asesinato de Aldo Moro, hubo un apoyo muy importante aunque difuso a las Brigadas Rojas, expresado en forma de rechazo a la política. El capitalismo no había culminado su trabajo, no había completado su tarea de disuasión general, y existía todavía una raíz utópica. La diferencia esencial con el caso de ETA es que las Brigadas Rojas eran internacionalistas, igual que la Fracción del Ejército Rojo alemana, mientras en el País Vasco los valores nacionales tienen un gran peso.

P. ¿Cree en la posibilidad de acabar con la violencia a través del diálogo?

R. El principio del diálogo es trascendental. Queremos hablar hasta con los sordos. Otra cosa es la eficacia. Con las sociedades secretas no es posible hablar, y por tanto se debe hacer pero sabiendo que no es eficaz. En Italia la infiltración le ganó la partida al diálogo. El Estado no fue punitivo, sino subversivo, penetró la sociedad secreta mediante la infiltración, aunque en el caso de las Brigadas Rojas era muy dificil.

P. Quizá la solución sea el desdoblamiento entre una organización que maneja las armas y otra política, legal, que concurre a las elecciones y asegura el arraigo social como sucede en Euskadi.

R. Es la solución, pero al final ni evita las deformaciones de la sociedad secreta ni impide la infiltración policial. El tipo de organización de los terroristas no es comparable a la estructura de la Mafia, verdaderamente socializada y por ello mucho más resistente. España también puede derrotar al terrorismo, militarmente, por el aburrimiento de los medios de comunicación o mediante muchos otros recursos, porque el terrorismo será cada vez más un problema solucionable en el campo de la política tradicional.

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