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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Astucia y política

LA POLÍTICA, se decía antes, es un arte . Se pensaba sobre todo en la astucia como componente esencial del quehacer político. Algo de esto hubo en la iniciativa de Aznar de adelantarse a solicitar la creación de una investigación parlamentaria sobre el caso Naseiro para hacer frente a la acusación de que su partido se financiaba mediante prácticas de cohecho. Esa acusación apareció en el peor momento para las expectativas de los jóvenes dirigentes populares, llegados con la idea de que para acabar con la hegemonía socialista era preciso desgastar la'credibilidad de los actuales gobernantes mediante una estrategia de oposición' y denuncia permanente, y precisamente, en el terreno del abuso del poder y la corrupción. La astucia de Aznar consistió en derivar hacia los propios socialistas la responsabilidad de optar entre parar el escándalo o asumir el riesgo de que la investigación salpicase a todos los partidos más o menos por igual: nadie ignoraba que investigar ese caso concreto llevaría inevitablemente a indagar sobre la financiación paralela de todos los partidos, incluido el socialista.Las cosas han salido como calculó Aznar. El propio PSOE ha asumido, a un alto coste político, la responsabilidad de bloquear cualquier iniciativa investigadora. De entrada se opuso a la creación de una comisión específica alegando que con ello se abriría paso a un desordenado carrusel de comisiones ad hoc en las que cada partido trataría de atrapar al rival, con el consiguiente desprestigio de las instituciones. Más tarde acogió una idea de Roca en el sentido de nue todos los asuntos relacionados con casos de corrupción podrían canalizarse hacia una comisión permanente, la del Estatuto del Diputado, evitando así esa multiplicación de comisiones especiales. Paralelamente, fuentes socialistas insistieron en dos argumentos: que ya existía un órgano capacitado para indagar todo lo relacionado a la financiación de los partidos, el Tribunal de Cuentas, y que realizar una investigación parlamentaria sobre un asunto que se encuentra en los tribunales implicaba el riesgo de producir conclusiones divergentes, dado que los métodos de averiguación respectivos son, por su propia naturaleza, diferentes.

Pero en lugar de atenerse a esa argumentación, el PSOE amagó y no dio durante más de un mes. Alegó que no es evidente que la Comisión del Estatuto del Diputado deba conservar su composición paritaria si entre sus funciones se incluye la de investigar asuntos de corrupción -es decir, cuestiones con un alto y polémico contenido político-. De otro lado, si se. trata de una comisión del Estatuto del Piputado, sólo podrá investigar casos de corrupción de diputados, y no de cualquier persona. Finalmente, las normas aprobadas por la Mesa de la Cámara, con los solos votos de los socialistas, mantienen el carácter paritario de la- comisión, pero delimitan el campo de la investigación a casos en los que se sospeche que algún diputado se ha prevalido de su condición de tal para sus negocios particulares.

Con ello, el círculo queda cerrado. No a las comisiones especiales para evitar el barullo y los juicios paralelos; sí a la investigación en comisión permanente, pero sólo sobre casos en los que sea demostrable -listón casi inalcanzable- que la condición de diputado fue explícitamente esgrimida por el posible encartado. Queda la duda de que cada sucesivo paso de los socialistas en todo este proceso haya sido razonable. Pero, desde luego, la conclusión es que sigue sin haber posibilidad de depurar responsabilidades políticas por parte del Parlamento.

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