Quien canta su mal espanta
"El refrán lo dice así: / yo también lo diré aquí, / y con eso lo verán / en fábula y en refrán", por citar al benemérito don Tomás de Iriarte antes de que el año que viene el Aparato Cultural se ponga a celebrar su muerte a bombo y platillo, esto es, con el cóngruo regocijo: porque, si no se hubiera muerto, cualquiera sabe. Él lo decía a propósito de aquel otro de "Aunque se vista de seda, la mona, mona se queda", pero que también tiene su que ver con lo que hoy nos llama.Y entiéndase bien que no es que a los refranes se les pueda sistemáticamente prestar fe ni tomarlos como voz de la sabiduría popular y hacer de ellos otra autoridad como la de los Filósofos de Nombre: guárdenos de ello quien no digo: bien sabe usted que la mitad de los refranes más o menos son descaradamente reaccionarios o de derechas o como quiera usté, politiquillo, llamar a las mentiras. Y ello es tan natural como el cortarse de la leche: porque los refranes unas veces salen de verdad del pueblo, es decir del lenguaje mismo, que es el solo inteligente y el que sabe hablar, pero otras veces (y no hay regla que lo discrimine) salen de las personas, individuales como usté y yo cuando nos ponemos a ser reales y por ende realistas, y salen por consiguiente moralistas y pedorros; ey asimismo en su propagación, lo mismo llaman a la conformidad y estupidez de las personas (ya le suena que, así como la inteligencia es popular y de común sentido, la estupidez es personal, ideas de cada quisque y Dios en las de todos) que lo mismo llaman otras veces a eso que hay por debajo de usté y de mí y en lo que también usté y yo somos populares, como cualquiera, cuando nos olvidamos de nuestros Nombres Propios. Ésa es la contradicción, y en ese vaivén, en refranes como en lo demás, tenemos que andarnos bandeando siempre: no espere usté receta.
Razón común
Pero el caso es que hay una mitad de ellos más o menos que nacen de ahí abajo, del sentido y la razón común, y uno es sin duda éste de "Quien canta SU mal espanta", y note usté el SU mayúsculo que le pongo, para que lo oiga, no con acento, pero sí con sobreacento, ya que se trata precisamente del mal propio de uno mismo, que es el sitio propio para todo mal.
A ver, si no: ¿quién hay, medianamente biennacido, que no reconozca, del recuerdo de sus penas y sus alivios, el gran agradecimiento que les debe a las músicas y canciones que, sumido en las más negras murrias, le han venido sin embargo al corazón y a la boca, y ha cantado con la voz y el arte que le haya dado el cielo, y con eso de repetir unas pocas palabras ajenas y tonadillas que otros habían dejado en su memoria, ha ido saliendo del pozo de SU melancolía? Ésa era la bendición del canto y el uso de la canción, música y poesía, para la gente.
Pues en lo que aquí quería hacerle parar mientes es en que... Eche usté una consideración a su derredor sobre los chicos y las chicas que por ahí andan, llevados de la mano de Dios como no haya alguien que lo remedie, eso que los siniestros Ejecutivos llaman la Juventud: ¿se ha dado usted cuenta de que no cantan? Hacen ciertamente mucho ruido, en especial con los cacharros electrónicos que les venden a porrillo; pero por bajo de ese ruido, están mudos para el canto: no se les oye cantar nunca, ni en la calle ni en los pasillos de oficinas o de escuelas ni en casa de sus padres al rasurarse el primer bigote o al prenderse para el espejo maripositas en los rizos; no cantan nada, ni siquiera como cantaban sus tías y las criadas de sus tías y los mecánicos del garaje de su abuelo o los gañanes de las tierras de su tatarabuelo.
¿Ha oído usted ya, por debajo del ruido, ese silencio?
Pues voy a contarle un poco a qué se debe. Que no es sólo que estén muy ocupados comprándose entradas para conciertos de ídolos megafónicos de estadio y metiendo ruido, porque, coño, algún uso tendrán que darles a los artefactos que les colocan, desde el transistorcito hortera hasta el último Hi-Fi para compactos: es que, además, no recuerdan canción ninguna.
¿Qué es lo que había para recordar? ¿Aquello de (le doy sólo unas pocas de las que he cazado al vuelo, sin dar nombres, pero que conste que son de los más chupi, de los que están o han estado en los 40 Principales, unas traducidas literalmente, otras abortadas ya en hispano) uno que dice "Sexo es algo que debíamos hacer,/ sexo es algo para mí y tí, / sexo es natural, sexo es bueno. / No todo el mundo lo hace, pero / todo el mundo debería", o la otra que se expresa "Tienes la tira de atracción física, / no puedo negarlo, / pero ¿puedes garantizar / mi satisfacción?", o aquél otro, esta vez. acerca de Amor, que "Es tan vital y tan vibrante que no hay ya nada que sentir más importante", o la que el otro día balaba por la radio "Suplicando la continuidad / de aquella sensación" (o sea, en lenguaje poético, "pidiendo más", pero ésta también era de las finas), o si no, aquellos realistas que nos cuentan que "Gina trabaja la cena todo el día,/ trabajando por su hombre, ella / trae a casa su paga / por amor, por amor", o aquello no menos emocionante de que "A las 5 se cierra la barra del 33, / pero Mario no sale hasta las 6, / y si encima le toca hacer caja, despídete" y en consecuencia, por más que yo "le espero medio desnuda, Mario llega cansado y saluda sin mucho afán: / quiere cama, pero otra variedad", o aquéllos que, para más sentido del humor, tienen una enfermera que les advierte "Chico, tienes que cuidarte" y luego les interroga .¿Cuánto crees que durarás así?" y, como es culta, insiste y aclara "¿Cuánto crees que tu organismo podrá resistir?" o aquéllas que casi no saben hablar, pero cacarean "Díme que crees. Todo el mundo, verano, amor. Te acordarás de mí, todo el mundo, verano, amor, sé mi amante, sé mi nene", o bien "Sola mirando televisión / estaba superaburrida" (después de lo cual, ya imaginan lo que sigue), o aquello de los duros-duros, "Porque soy malo, soy malo, soy malo, / vamos (malo, realmente malo), / sabes que soy malo, / vamos, tú lo sabes" o bien "Posees el dinero, / controlas los testigos. / Te dejaré solo, / no andes jugando con mi negocio", o aquélla no menos dura que declara que "Desde el día que / viniste, intentaste / tomar control de mí. / Luego vino el día que / pensé en escapar corriendo, / y ahora mis bolsas están empaquetadas: / ni siquiera pienses / en retenerme" (que no, mujer: véte con Dios), de manera que no es extraño que clamara aquel otro penitente "Cuando echo una mirada atrás sobre mi vida, / es siempre con un sentimiento de vergüenza"?
Cachos de letras
Y esos cachos de letras imbecilillos y pedantes (note usté cómo les gustan las palabras cultas, sensación, continuidad, organismo, controlar, televisión, sex, attraction, satisfaction, natural, physic, y cómo, habiendo perdido todo sentido de ritmo poético, se quedan con las rimas consonantes, como playa con toaya y poya con foya) encima, como no se les ocurre más para llenar los 3 minutos, se los repiten 20 o 30 veces por producción, para que usté se entere.
O sea que los toman por memos y memas a los chicos y las chicas. Pero no: ellos y ellas siguen, a pesar de todo, sintiendo y pensando por lo bajo, y aunque se traguen cada día a todo volumen (porque está mandado) esos cánticos pedorros y acudan por Pascua Florida a aguantarlos a más volumen todavía en los Festivales, sin embargo, por lo bajo les da vergüenza (hay también una vergüenza reprimida, y para eso sirve también el ruido), y por eso no cantan nunca, ni eso ni nada, y viven, bajo el ruido, en esa bruta mudez de canciones que pudieran espantar su mal.
Y si me viene usté con que eso acaso las letras, pero que la música es otro cantar, es que no se ha parado a pensar ni sentir la unión íntima y profunda que rige entre música y palabras, del sentido con el ritmo y la melodía. Siglos y milenios han ido fórmulas verbales acertadas inspirando tonadas y sinfonías, y mil veces una música memorable ha despertado una y otra poesía que trataba de cumplirla y de decir lo que ella parecía querer decir. Pues, por la misma correspondencia, cuando la letra es pedorra, igualmente pedorra ha de ser la música (y disculpe usted la reiteración del adjetivo, pero es que, tratando de canciones, ¿cuál más apropiado?); y en nuestro caso la ley se cumple debidamente: sobre una monorritmia, de tam-tam. o de hormigonera, que no se atreve a más de cuatro juegos escolares con la medida, una línea melódica que, si se separa de los ruidos acompañantes, no es nada, o es más o menos la misma (se pregunta uno cómo se arreglarán esos melogamberros para presentar una partitura distinguible a la Sociedad de Autores a fin de cobrar el 50% por la música de paso que cobran el 50% por la letra); y así, los muchachos consumidores del género no tienen nada que recordar para seguirlo cantando ellos, y si le pide usted a alguno de los más forofos o forofas de cualquiera de esos grupitos que se llaman como su manager o su papá les recomienda, 'Despendolados fifty-fifty', 'Hernia Discal' o 'Tirria recalcitrante', que le tararee (sin letra) tres compases seguidos de la más guay del último elepé, se queda tan en blanco como que ni entiende lo que le pide: ¡las canciones no son para eso!
No, en efecto: esos productos (lo mismo que la poesía culta y fina, a la que en otra andanada volveremos) son ante todo inmemorables: no están hechos para recordarlos y usarlos en la vida, sino para recibirlos, como la patata los insecticidas, en el estadio o la discoteca.
Y no es que -entiéndame usté- no es que uno desprecie sistemáticamente los efectos de la luminotecnia ni las artes del ruido y las ricas resonancias electrónicas, ni las modulaciones de la voz, poniéndose ora ronquita ora nasal ora mimosa ora contundente, ni las tetas de lamé de la una y el culito de escáy pimpante de los otros, no: lo que pasa es que confundir esas cosas con la canción misma es como confundir el culo con las témporas. ¿Por qué no podía haberse desarrollado, si al Estado y Capital le hacía tanta falta, un espectáculo de masas y medio de circo, donde se lucieran todos esos chismes y habilidades, y haber dejado por otro lado seguir viviendo la canción útil para la gente, con sus inventos de ritmo y melodías y sus palabras?
Pero no: tenían que dejarlos mudos a los muchachos y muchachas, y así lo han conseguido. Así no se les oye nunca cantar. Y es triste.
Y así, cuando se hallan en situaciones que parece que no hay más remedio que cantar, como en los autobuses de excursiones, ¿qué es lo que cantan, los desgraciadillos? Pues no ninguno de los productos que tienen en la cassette y a los que chillan de entusiasmo en los estadios, sino lo mismo que en parecidas situaciones cantaban hace 50 años, sólo que reducido a las que ya entonces sonaban más cargantes, a saber, "Asturias patria querida" y "A mí me gusta del pípiriripipí de la bota empinar"; en tanto que sus tías tienen que seguir consumiendo por el hilo musical las creaciones de Machín o de Estrellita Castro, que en comparación les suenan a maravilla, o peor todavía, escuchando a uno de ésos de los que se han hecho milmillonarios (uno de los pocos que a veces le hacen a uno aflorar el garrote vi¡) repitiendo melosamente los productos que producían, más correctamente y con la laringe temblando tras la corbata de mariposa, los animadores de salas de fiesta de hace 40 años.
Claro que algunos de vosotros, bendita caterva de jovencillos obedientes, acabaréis aprendiendo cuál es el camino del éxito y formando a vuestra vez un grupo, `Sierra mecánica' ("que a Manolín le cortó el otro día/ lo que más le sobresalía") o 'Las Tupinangas' ("mire lo bien que le hacemos el corte de mangas"), y comprando a crédito las enormes moles del equipo megafónico con que lanzaros a las ferias de los pueblos y a vivir de la estupidez que administran al por mayor Estado y Capital. Pero no os engañéis: no penséis que por eso vais a romper a cantar tampoco: sea cualquiera la cantidad de bombo y pantallazo que saquéis de vuestra renta ("Aunque se vista de seda..."), seguiréis tan mudos como antes.
Amable tío carrozón
Y en fin, si me dice usted, amable tío carrozón, que hoy con esto del cantar me he salido de la política seria a que estas noticias le tienen acostumbrado, pues se equivoca: tragar y obedecer a los que mandan es política, y esos- sobrinos suyos, a los que usted ayuda, comprensivo, a comprarse el equipo nuevo o a pagarse la entrada para el festival monstruo (porque, bueno, si eso es lo que les gusta a la Juventud ... ), ellos, al tragar y obedecer, están haciendo política de derechas.
Y por tanto, llamarlos a que se den cuenta (a ver si consigue usté con astucia que su sobrina se lea este articulazo creyéndose que es una biografía de los 40 Principales) y llamarlos a que rompan a cantar, a cantar ellos, en voz alta y de lo más hondo de sus entrañas, eso será hacer política de la otra, de la que no hacen los políticos. Que sólo con que se echen a cantar (y usté con ellos, hombre), ya estarán rompiendo algo de este hechizo en que Estado y Capital los tiene presos y a su servicio.
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