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"La arquitectura está destinada a ser destruida si no se entiende como monumento", asegura Bofill

El arquitecto presenta su libro de memorias 'Espacio y vida', publicado por Tusquets

Acaba de aparecer la edición en castellano de Espacio y vida, libro de memorias del arquitecto barcelonés Ricardo Bofill, escrito en colaboración con Jean-Louis André. En el libro, publicado por Tusquets, el arquitecto hace una reflexión desde la perspectiva de sus 51 años de edad y del propio cuestionamiento de sus obras anteriores. Bofill se declara estimulado por esta revisión permanente de su estilo y reconoce que su consideración como arquitecto se halla en un momento álgido y que, por tanto, le acecha la tentación del academicismo. Y frente a quienes propugnan una arquitectura-diseño, Bofill advierte: "La arquitectura que no se entiende como monumento tiende a seguir la moda y está destinada a ser destruida".

"Soy más optimista ahora que hace dos años acerca del futuro de Barcelona", dice Bofill; "creo que las transformaciones son positivas, que la ciudad mejorará y que la intervención de arquitectos internacionales es positiva. Los nombres están bien elegidos. Nos damos cuenta de que estamos aprendiendo de nuevo a hacer ciudad y Barcelona empieza a contar de nuevo; urbanística y arquitectónicamente, a escala internacional. En cuanto a mi obra, he querido hacer obras muy distintas [viviendas en la Villa Olímpica, el aeropuerto de Barcelona, el Teatre Nacional y el Instituto de Educación Física en Montjuïc] y que cada una corresponda a un modelo, par hacer en nuestro país un con centrado de lo que hice fuera"."La disciplina arquítectónica es compleja, porque tiene una dimensión interior", explica Bofill, "una dimensión que es el arte de estructurar el espacio, pero tiene también una serie de condicionamientos exteriores, como la relación con el poder político y la relación con el dinero".

"Yo trato de subrayar", añade, "que la posición del arquitecto es comprometida y difícil porque ha de tener en cuenta esos poderes fácticos, debe conocerlos y debe adquirir una posición de libertad en esos contextos para que la arquitectura sea un arte de anticipación".

Vanguardia y memoria

En sus reflexiones, el arquitecto matiza también anteriores posiciones de alineamiento con la posmodernidad o de búsqueda del clasicismo. "Yo afirmo", dice Bofill, "que una vanguardia sin memoria histórica no puede existir; defiendo una memoria ligada al progreso en lugar de un progreso sin memoria. He llegado a la conclusión de que la arquitectura que no se entiende como monumento tiende a seguir la moda y está destinada a ser destruida. El destino de la arquitectura es ser un monumento"."Ahora", explica Bofill, "nos hallamos con la aparición de una arquitectura sin arquitecto, sin composición y sin escritura. La moral creativa que se desprende de ello está más cercana de la Edad Media que del Renacimiento y todo este recorrido nos lleva al diseño, a decir, que la arquitectura es diseño, ha de seguir las modas y es efímera. Frente a esto hay otra escuela, que es la que defiendo. La primera modernidad tenía razón de ser, pero en su ruptura se pierden valores esenciales de la arquitectura: por ejemplo, se destruye la ciudad y esto no es legítimo. Yo creo en la ciudad como lugar de encuentro, de mercado y de vida".

Bofill prosigue: "Los grandes arquitectos de la primera modernidad, como Mies Van der Rohe, reducen el lenguaje a dos o tres palabras, y yo digo que ésas son partes de un vocabulario más amplio. Nuestro papel, el de los arquitectos actuales, es incorporar esas palabras al diccionario de toda la arquitectura. La posmodernidad, pues, era necesaria para seguir haciendo arte".

Encuentro con lo clásico

"Yo tengo responsabilidades en la posmodernidad", dice el arquitecto, "porque fui uno de los que se dedicaron a crearla en los años setenta. En ese momento, la arquitectura se anticipó a las demás artes. Lo que su cede es que estamos a finales del siglo XX y la posmodernidad se puso de moda y entró rápidamente en decadencia. Lo que digo es que esta posmodernidad superficial no lleva a ningún lado y que hay que analizar la esencia de la arquitectura clásica. Hay que recuperar la modernidad antigua y, si aparece una nueva vanguardia, será a partir de nuevas construcciones que incorporen los elementos de la modernidad clásica, pero costará mucho trabajo"."De todos modos", matiza Bofill, "no pretendo ser doctrinario; en primer lugar, porque frente a la tentación de la Academia, que muchos me piden que sustente, yo elijo la continua revisión y crisis de lo anterior. Soy autocrítico, porque sin serlo no puedo seguir haciendo arquitectura. Estamos en una época de respeto por la diferencia. Todas las arquitecturas que aporten nuevas visiones son muy respetables. Lo que no vale es la obra mal hecha, la que no tiene intensidad o no tiene contenido".

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