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Marco Rubio llega a Panamá con el canal y la migración en la mira

En su primer viaje oficial como secretario de Estado, que le llevará a Centroamérica y El Caribe, el funcionario de Trump se encontrará con unas autoridades panameñas dispuestas a negociar cualquier cosa menos la soberanía del canal

Marco Rubio el 21 de enero, en Washington DC.
Marco Rubio el 21 de enero, en Washington DC. Elizabeth Frantz (REUTERS)

Envalentonado con la política America First del presidente Donald Trump, obsesionado con disminuir la presencia de China, recuperar el Canal de Panamá y detener la migración hacia Estados Unidos, el secretario de Estado Marco Rubio aterrizará este sábado en un país sembrado de banderas y con parte de su población manifestándose contra su Gobierno. Rubio también encontrará al presidente local, José Raúl Mulino, preocupado y con ánimos de entregar cualquier cosa menos lo que la mayoría de los panameños consideran un disparate que en los últimos días funcionarios norteamericanos han exigido con el tesón de una bestia: el Canal de Panamá.

“El presidente Trump está bastante claro en que quiere administrar el Canal nuevamente”, avisó Rubio en una entrevista dos días antes de iniciar su primer viaje oficial al extranjero como jefe de la diplomacia de Estados Unidos, con escalas en Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana. Así, se sumó a la seguidilla de representantes republicanos que en una semana intensa salieron a machacar con lo mismo —desde el secretario de Defensa, Pete Hegseth, hasta senadores republicanos, que convocaron a una audiencia en el Congreso el martes 28 de enero—: la supuesta influencia china es una “amenaza directa para la seguridad norteamericana”.

El último en decirlo fue el enviado especial de Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver-Carone. En una rueda de prensa previa al viaje de Rubio, el viernes 31 de enero, repitió que pretenden la “reconstrucción de la era de oro” de principios del siglo pasado, cuando construyeron el Canal. Tras quejarse por las tarifas a la Marina, el mantenimiento y la concesión a una compañía con sede en Hong Kong de los puertos a ambos extremos de la vía interoceánica, Claver-Carone soltó: “Ojalá el Gobierno de Panamá lo vea como una oportunidad de buena fe para promover y mejorar los intereses de ambos países”. El Gobierno no lo ve así, aunque en su ánimo no hay ninguna intención de pelea.

Cada vez que puede, Mulino repite que el Canal no es negociable. “Es de Panamá y seguirá siendo de Panamá”, dijo el miércoles en la inauguración del Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe, organizado por CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, el Grupo PRISA y World in Progress (WIP). Al día siguiente, en su encuentro semanal con periodistas, dio pistas del despiste que reina en su gabinete: “No he recibido ni de la embajada de Estados Unidos acreditada en Panamá, ni de la Secretaría de Estado, absolutamente ninguna información sobre la supuesta presencia militar de otro país en el Canal”.

El presidente leyó apuntes para intentar desactivar los bulos sobre el canal machacados en las últimas semanas por Trump y sus hombres, ya desmentidas en medios locales e internacionales, para cerrar con una referencia a la audiencia del martes en el Senado estadounidense: “Hablaron, inventaron y mintieron. ¿Qué te puedo decir? Cero estrés con eso”. Sin embargo, aunque no es la primera vez que la vía genera conflictos, los nervios sobran.

Por su ubicación estratégica, el único paso entre el Atlántico y el Pacífico ha sido el centro de peleas en los siglos XIX y XX, siempre con Estados Unidos en una esquina del cuadrilátero. “La zona de tránsito panameña estuvo en conflicto entre potencias mundiales en el siglo XIX”, dice la historiadora Marixa Lasso, autora de ‘Historias perdidas del Canal de Panamá’ (Erased, en la versión original de Harvard University Press). Primero, Estados Unidos forcejeó con Inglaterra cuando construyó el ferrocarril y, después, con Francia cuando obtuvo la venia para intentar abrir —sin éxito— la zanja a fines del 1800. Desde 1903, año en que finalmente inició la obra definitiva, y hasta el último día de 1999, cuando la devuelve en cumplimiento del tratado Torrijos-Carter, Estados Unidos siempre intentó imponerse en Panamá, según el excanciller y exembajador en ese país, Ricardo Alberto Arias. La novedad ahora es que enfrente hay alguien impredecible, fuera de todo código político conocido, como Trump.

Tal vez esa sea la razón por la cual el Gobierno se percibe acobardado y no solo no recurrió a la vía del derecho internacional para defenderse de su intromisión, como aconseja la tradición y muchos expertos, sino que desactivó el intento del único diplomático que reaccionó, Eloy Alfaro. Embajador ante Naciones Unidas (ONU), Alfaro presentó una carta formal al Consejo de Seguridad y al secretario general del organismo, António Guterres, el mismo día en que asumió Trump, rechazando sus comentarios sobre la recuperación del Canal durante su discurso de toma de posesión. Pocos días después, Mulino lo trajo de vuelta a Panamá para una reunión de asesores y envió al vicenciller Carlos Ruiz-Hernández a Washington, supuestamente a pedir disculpas —algo que su Gobierno niega y sobre lo que el propio Ruiz-Hernández no responde—.

Panamá, 29 de enero 2025, José Raúl Mulino, presidente de Panamá durante la ceremonia de inauguración del Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe 2025.
Panamá, 29 de enero 2025, José Raúl Mulino, presidente de Panamá durante la ceremonia de inauguración del Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe 2025.Tarina Rodriguez

Si bien la agenda de Mulino está alineada en general con la de Trump, recién ahora su actuar es señalado como “entreguismo” por algunos políticos y líderes de opinión del istmo. “No han llamado a nadie relevante que conozca el tema China o sobre derecho internacional”, asegura uno, que pidió que su nombre no fuera citado. “Si están tan tranquilos, si no van por la vía internacional, mi apuesta es que le van a decir ‘Te doy uno de los dos puertos, y listo”, arriesgó otro que también pidió anonimato en referencia, a uno de los puertos manejados por la empresa con sede en Hong Kong, señalada ahora por Estados Unidos aunque nunca haya sido incluida en sus listas negras y opere otros puertos de países aliados como Reino Unido.

La gran pregunta: ¿qué está dispuesto a entregar Mulino?

A Rubio, cuya agenda en Panamá aún es reservada, se le adelantaron decenas de periodistas internacionales. Vinieron a golpear a la puerta del palacio presidencial con la misma duda: ¿Qué está dispuesto a entregar Mulino para que Rubio despegue de Panamá con una conquista y quitarse de encima a Trump?

Reacios a blanquear la estrategia antes de “saber con exactitud” qué busca —pese a que sus exigencias fueron explícitas—, en público el Gobierno se limita a decir que “hay que esperar” para escuchar y analizar. Por lo bajo, dijeron a EL PAÍS que apuntarían a otros dos “intereses esenciales” para la gestión Trump, incluso cediendo soberanía siempre que quede por fuera el Canal: migración y lucha contra el crimen organizado. En ambos, sin la colaboración de Panamá, no hay posibilidad para Estados Unidos de alcanzar sus objetivos.

Pero los gestos de las últimas semanas indican que estarían dispuestos a ir incluso más allá. Antes de que asumiera Trump, el Gobierno contrató lobistas cercanos a él para desescalar las tensiones con Washington. Inmediatamente después de la asunción, anunció una auditoría a Panama Ports Company, filial de la compañía con sede en Hong Kong que opera terminales en los lados Atlántico y Pacífico del Canal. La intención, según el funcionario a cargo, es “garantizar el uso eficiente y transparente de los recursos públicos”. Entre quejas antiguas y oportunidades nuevas, medios locales señalaron que la tarifa por el movimiento de contenedores lleva más de diez años desactualizada, pese a que debía reverse desde 2013, un atraso que alcanza a los demás puertos del país, operados por competidoras de otros países.

Por si fueran necesarios más gestos, en la última semana el presidente Mulino bromeó en una reunión con inversionistas de la empresa “100% norteamericana” que construirá un tren: “Espero que no me salgan con un chino por ahí”. Dos de sus ministros también le bajaron el peso a las relaciones con China: “La presencia china no mueve la aguja de la economía panameña”, dijo el de Economía, Felipe Chapman, el jueves en el Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe. Secundado por el canciller Javier Martínez-Acha, agregó que las relaciones más importantes para Panamá son las de Estados Unidos y Colombia.

Un día después, Mulino volvió a responsabilizar al expresidente Juan Carlos Varela —quien inició relaciones con China en 2017— de la crisis actual con la potencia del norte por “haber hecho una negociación turbia” producto “de la mentalidad maquiavélica de un enfermo”. En una sintonía llamativa, Claver-Carone también apuntó contra Varela en su conferencia.

“Panamá tiene que defenderse”

Las redes sociales ardieron en un escenario simultáneo de disputas. “Panamá tiene que defenderse y tiene que atacar este tema multilateralmente”, insistió el abogado Rodrigo Noriega. “La Junta Asesora de la ACP [Autoridad del Canal] está presidida por un Almirante jubilado de 4 estrellas de la marina de guerra de los Estados Unidos”, acotó un opositor a Mulino, “pero China controla el Canal según Trump, Rubio y compañía”. Indígenas ngöbe eligieron WhatsApp para avisar que su pueblo está “listo para defender a Panamá”.

Panameños se manifiestan contra los deseos de EE UU de retomar el control del canal el 31 de enero en Ciudad de Panamá.
Panameños se manifiestan contra los deseos de EE UU de retomar el control del canal el 31 de enero en Ciudad de Panamá.Enea Lebrun (REUTERS)

Entre las diatribas y reivindicaciones nacionalistas, se colaron reproches a la “élite especuladora” y a un colectivo extendido en la región: los fanáticos de Trump que, sintonizado con Rubio y Claver-Carone, hablan de la crisis hemisférica como una “oportunidad para los negocios”. Son los technoboys de época, admiradores de Milei y Bukele, cuyos principales exponentes en el país son el alcalde de la capital, Mayer Mizrachi, y el exdiputado Edison Bruce. La creatividad popular los bautizó como “MAGAmeños”.

Mientras las redes se enredan, el Gobierno de Mulino planta banderas en los alrededores del palacio presidencial y manda reprimir a estudiantes con gases lacrimógenos. La calle lo siente lejos. “El pueblo está peleando por algo que nunca lo va a beneficiar, cuando ni ellos mismos dan la cara aunque los beneficia”, disparó José, de 29 años, detrás del volante de un taxi arrendado en la capital.

El reproche, de larga data, sobrevuela en mercados, puestos de venta de frutas improvisados y el interior del país, al margen de los beneficios económicos de la zona de tránsito. “Aquí les da lo mismo si los gringos se quedan con todo”, contestó Yiyi, de 22 años, desde Portobelo, una localidad sobre el Caribe cercana al Canal pero al margen de cualquier progreso. “Peleamos con la mina, peleamos ahora y los mismos de siempre hacen lo que quieren”, repasó Marcial, un maestro de 48 años, en un pueblo de montaña olvidado a 400 kilómetros de la capital. Son parte de la marea infinita que protagonizó las protestas de 2022 —por el alza en los precios y por la falta de inversión en educación—, de 2023 —contra el enclave que representa la concesión a la minera First Quantum Minerals— y marchan ahora, de nuevo, para defender la soberanía.

Desde la devolución del Canal, Panamá creció sin parar, pero no repartió la riqueza. La responsabilidad de esa distribución “muy injusta” está en el egoísmo de sus élites: 84% dice estar gobernado por “unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”. La actividad económica, los beneficios que de ella se obtienen y la agenda política siguieron concentradas en la franja canalera y 67,6% de los panameños sostienen que esos beneficios no llegan a todos. Como dijo el taxista José, el Canal por el que pelean “solo los beneficia a ellos”, a las élites

El secretario Marco Rubio aterriza este sábado en un Panamá pertrechado tras esos reclamos. Se encontrará la ciudad sembrada de banderas, como un primer aviso de que el America First aquí no cuela. Después, resonará el mismo canto escuchado mucho antes por una decena de gobiernos de su país: “Esta patria es de todos”, “Panamá es de los panameños”.



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