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Panamá quiere evitar el choque frontal con Trump a pesar de sus amenazas

“No le responderé hasta que sea presidente”, afirma José Raúl Mulino ante la insistencia del líder republicano de retomar el control de la vía interoceánica

José Raúl Mulino
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, durante un acto público.Bienvenido Velasco (EFE)

Panamá no quiere pelear con Estados Unidos. Inmerso en reformas y problemas internos, el Gobierno de José Raúl Mulino preferiría evitar a toda costa una disputa internacional con un aliado poderoso por el principal activo de la economía del país, el Canal de Panamá. “No le responderé hasta que sea presidente”, dijo Mulino ante la insistencia del líder republicano Donald Trump de retomar el control de la vía interoceánica, incluso con fuerza militar o trabas económicas, por supuestas tarifas elevadas y la presencia china en el área.

Trump asumirá la presidencia el lunes 20 de enero, pero ya dio muestras de que jugará fuerte y a fondo varias veces. La última fue en una conferencia de prensa en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, cuando fue más allá en la amenaza de defender la “seguridad” de su país. “Puede que tengan que hacer algo”, dijo cuando le preguntaron sobre su sugerencia de usar al ejército. Esta vez Mulino, quien la semana anterior había cerrado las puertas a la posibilidad de discutir la soberanía, intentó bajarle el tono a una pelea inconveniente para ambos lados. Sin certezas de cuánto sea capaz de avanzar Trump con la vocación intervencionista, su gobierno activa una estrategia tímida para lograr apoyos en el único ámbito en que podría medirse con esa prepotencia: la política internacional.

El miércoles 8 de enero conversó con expresidentes y cancilleres de la región que llegaron a Panamá para apoyar a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. En el palacio de gobierno, con González parado a su lado, Mulino recordó el apoyo de Venezuela a la causa del Canal y lo definió como “un aliado clave” en la recuperación de la soberanía nacional. Inmediatamente después, su canciller, Javier Marínez Acha, repitió lo mismo en un acto que organizó con autoridades, líderes y referentes latinoamericanos en un centro de convenciones de la capital para reconocer a González.

Una semana antes, en Nueva York, el embajador ante Naciones Unidas (ONU) se refirió al tema cuando Panamá ingresó como miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el período 2025-2026. Sin mencionar a Trump, Eloy Alfaro de Alba dedicó seis minutos de su discurso a destacar la importancia del Canal para el país. “Durante 25 años se ha gestionado sin ninguna interferencia de otro país o potencia mundial”, dijo.

En los pasillos del poder local hay desconcierto y temor. Nadie entiende la obstinación de Trump por remontar un espíritu de conquista de territorios tan fuera de época. El mesianismo, las teorías conspirativas y los datos inventados -como que el Canal de Panamá perjudica a Estados Unidos con tarifas más altas- pueden ser parte de su personalidad, pero la vocación por pasar por alto el derecho internacional vigente es vista como una novedad en el istmo. Aunque no haya ninguna carta legal que lo avale para tal intervención, entre expertos, empresarios y el propio Gobierno la preocupación ahora crece.

“Las declaraciones de Trump evocan la máxima expresada por los atenienses a los melianos al decir que los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que deben”, dijo Alonso Illueca, experto en relaciones internacionales, investigador y profesor de la Universidad Santa María La Antigua de Panamá. “Si tiene la voluntad política, puede hacer uso de la fuerza militar, acabando así con el orden liberal internacional y retrotrayendo las relaciones internacionales a las esferas de influencia y las políticas de fuerza que reinaron durante todo el siglo XIX y principios del siglo XX”.

En el caso de Panamá, Trump podría “ponerlo de rodillas” sin siquiera mover los tanques de los cuarteles. “Solo basta con quitarnos el dólar”, señaló el abogado Rodrigo Noriega. Tanto Noriega como Illueca -entre una decena de expertos y políticos consultados por EL PAÍS- apuntan a la propia torpeza como el germen de las tensiones.

Desde hace tiempo la proyección de China en la región genera inquietud en Washington. Mulino, quien desde julio pasado intenta pegarse a la Casa Blanca, parece haberlo entendido cuando evitó invitar al único expresidente que no fue bienvenido en una reunión activada con quienes gobernaron Panamá desde 1989 -cuando Estados Unidos lo invadió para sacar al dictador Manuel Antonio Noriega-, luego del primer aviso de Trump en Navidades: el panameñista Juan Carlos Varela. En 2017 Varela sorprendió con el anuncio del fin de las relaciones diplomáticas con Taiwán y reconoció a Pekín como gobierno, abriendo las puertas a sus inversiones en un acto rodeado de denuncias por supuestos pagos de sobornos. Algunos años después, el Departamento de Estado lo designó como un corrupto “inelegible” para entrar a Estados Unidos pero ya no pudo evitar el crecimiento del gigante asiático en este rincón estratégico para sus intereses.

Empresas chinas han ganado licitaciones para la construcción de un puerto de cruceros, un centro de convenciones, un puente sobre y un túnel debajo del Canal. Hasta han vendido remolcadores a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y es accionista del conflictivo proyecto minero de First Quantum. Según un índice que mide su influencia en el mundo, Panamá está en el puesto doce de un ránking de 98 países. No hay soldados, como inventó Trump, pero hay acceso a información privilegiada por el manejo de una empresa con sede en Hong Kong de dos puertos marítimos ubicados en ambos extremos del Canal, por los que pasa el 40 por ciento del tráfico de contenedores estadounidense. La jefa del Comando Sur, Laura J. Richardson, advirtió en 2023 sobre el uso “uso dual” de esa infraestructura: “Hay cinco empresas estatales chinas a lo largo del Canal de Panamá (...) lo que me preocupa es poder usarlo no sólo para uso civil, sino que se le da la vuelta y se usa para aplicaciones militares”.

Trump agitó bulos y nuevas amenazas montado en esos datos desde la mansión donde reside en el bastión republicano que es el Estado de Florida. Si su objetivo fuese reducir esa influencia, la duda es si Panamá podría hacer algo o estaría sometido a más conflictos y otros reclamos internacionales.

Para Illueca, el primer paso sería exigir a China la adhesión al protocolo sobre la Neutralidad Permanente del Canal, que no quiso firmar en su momento, frenar las negociaciones de un tratado de libre comercio y abrir relaciones informales con Taiwán. En paralelo, “desarrollar una estrategia para el Asia Pacífico o el Indo Pacífico”. Si Trump continúa con los cantos de guerra ya como presidente, sugieren activar una estrategia más firme en el marco internacional. “Panamá se verá en la necesidad de acudir a instancias multilaterales, como la ONU y los países firmantes del tratado, para garantizar el respaldo y respeto a nuestra soberanía”, dijo Giulia de Sanctis, líder de uno de los gremios empresariales más fuertes del país, Apede.

Aquí saben que esa guerra no les conviene, pero entienden que a Estados Unidos tampoco. Un exministro con buenas relaciones con los republicanos recordó que el país centroamericano es “clave para los gringos, ya que operan en temas de seguridad, inteligencia, migración y control de narcotráfico” con poder de policía. Agentes de Interpol, por ejemplo, pueden arrestar a cualquier persona en el país. “¿En qué otro país pasa?”, preguntó el exministro.

Consciente de eso, Mulino decidió esperar a que Trump blanquee sus intenciones después del 20 de enero. Mientras tanto, insiste con la soberanía y el dominio sobre el Canal, sin entrar directamente en la batalla. “Hoy frente al mundo Panamá es soberana cien por ciento en su territorio, y el Canal es y seguirá siendo panameño”, dijo en un homenaje a los mártires del 9 de enero de 1964, unos estudiantes asesinados por soldados norteamericanos cuando, justamente, protestaban por el Canal de Panamá.


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