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Canal de Panamá
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Espejismos geopolíticos: el Senado de Estados Unidos frente a la realidad del canal de Panamá

Mientras Washington debate percepciones de amenazas, la realidad del canal requiere cooperación internacional efectiva

Un buque de contenedores espera a que se vacíe la exclusa en Miraflores, en el Canal de Panamá
Un buque de contenedores en el Canal de Panamá, en 2020.Gladys Serrano

El teatro político estadounidense exhibió este martes 28 de enero una de sus funciones más reveladoras, cuando el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado convocó una audiencia sobre el canal de Panamá que, paradójicamente, careció de voces panameñas. “No podemos permitir que se extorsionen a las navieras estadounidenses ni hacernos de la vista gorda cuando Panamá está explotando una ruta estratégica”, declaró el senador Ted Cruz, estableciendo un tono acusatorio que marcaría el inicio de la sesión.

Sin embargo, los testimonios de los cuatro expertos convocados frecuentemente contradijeron esta narrativa alarmista. El momento más revelador llegó cuando Louis E. Sola, presidente de la Comisión Marítima Federal, enfrentado a preguntas directas del senador Andy Kim sobre el control chino del Canal, tuvo que admitir: “El canal es administrado por la Autoridad del canal de Panamá y lo hace de manera muy eficiente”.

La ausencia más notoria fue la representación panameña. Ilya Marotta, subadministradora del canal, recibió una invitación apenas el sábado anterior al evento, un gesto tardío que el profesor Eugene Kontorovich calificaría como “problemático para el diálogo constructivo”.

Si se asume que China tiene influencia sobre el canal de Panamá por operar puertos, entonces también tendríamos que asumir que tienen control sobre el canal de Suez, el estrecho de Singapur, el Mar Mediterráneo y el canal de la Mancha”, señaló el comisionado Daniel Maffei, exponiendo la fragilidad del argumento central de la audiencia.

Las acusaciones sobre violaciones al Tratado de Neutralidad encontraron poco sustento. Kontorovich, presionado sobre si los puertos operados por empresas chinas constituían una violación al tratado, indicó: “Podría ser una violación, pero no se puede decir claramente”. Más significativamente, aunque señaló que Estados Unidos “es libre de cancelar el tratado”, reconoció que “la fuerza no debe ser el primer recurso de cualquier disputa internacional”.

El testimonio de Sola sobre su visita al istmo reveló otra paradoja. Mientras advertía sobre “corrupción e influencia extranjera”, tuvo que reconocer la eficiente gestión del canal. “Las decisiones críticas de la vía interoceánica dependen de la Autoridad del canal de Panamá”, admitió, contradiciendo la narrativa de control externo.

Joseph Kramek, del Consejo Mundial de Transporte Marítimo, aportó una perspectiva más cercana a los verdaderos desafíos: “La pérdida anual de agua del 1-2% podría reducir la capacidad operativa en hasta un 40% para 2050″, una amenaza tangible que recibió sorprendentemente poca atención.

La senadora Lisa Blunt-Rochester intentó redirigir la discusión hacia preocupaciones prácticas: “¿Anticipó la ACP los impactos de las sequías en su planificación estratégica?”, preguntó, pero la respuesta de Kramek, “han hecho lo mejor posible con la información disponible”, subrayó la superficialidad del análisis

La cuestión de los buques iraníes reveló otra contradicción en la narrativa. “Panamá amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos”, fue la acusación inicial, pero como Sola se vio obligado a reconocer, “el Gobierno panameño respondió inmediatamente, retirando su bandera a 53 buques iraníes tras nuestras preocupaciones sobre evasión de sanciones”.

Los senadores reconocieron las deficiencias propias. “Hemos dejado un vacío diplomático”, admitió un senador, refiriéndose a la ausencia de un embajador estadounidense en Panamá durante cuatro años críticos (2018-2022). “Nuestras empresas no son tan competitivas como las chinas para ganar licitaciones”, reconoció otro, exponiendo una vulnerabilidad autoinfligida.

La construcción del cuarto puente sobre el canal generó advertencias dramáticas. “Podríamos enfrentar una catástrofe similar a Baltimore”, sugirió Sola, aunque no pudo establecer conexiones concretas entre la participación de empresas chinas y riesgos específicos.

El silencio sobre los logros panameños fue ensordecedor, con algunas excepciones. Como señaló Maffei: “La gestión del Canal ha sido ejemplar, generando miles de millones en ingresos mientras mantiene estándares operativos de clase mundial”. Esta realidad contrasta marcadamente con el tono alarmista de la audiencia.

La sesión concluyó sin resoluciones vinculantes. “Los testigos tendrán hasta el 18 de febrero para responder preguntas adicionales”, anunció Cruz, pero la ausencia de conclusiones concretas subrayó la naturaleza especulativa de las preocupaciones planteadas. El propio formato de la audiencia, cómo observó un analista presente, “refleja una aproximación anticuada a las relaciones internacionales, donde las preocupaciones de una potencia global se discuten sin la participación activa de los socios afectados”.

Mientras Washington debate percepciones de amenazas, la realidad del canal requiere cooperación internacional efectiva. Como concluyó Kramek: “El verdadero desafío no es geopolítico, sino asegurar la sostenibilidad operativa frente al cambio climático y a la evolución del comercio global”. La próxima vez que el Senado examine el futuro de esta vital arteria comercial, quizás debería comenzar, como sugirió Maffei, “escuchando a quienes han demostrado capacidad para administrarla eficientemente durante un cuarto de siglo, en lugar de especular sobre amenazas que no podemos confirmar”.

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