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Crítica:TEATRO / 'MAQUILLAJE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Nuria de siempre

La actriz Nuria Espert ha vuelto al teatro después de cinco años de inactividad como tal. "Se trata de una aventura arriesgada", confesaba la propia Nuria Espert pocas horas antes del estreno. "Me juego mi carrera", decía, "porque voy a hacer algo en lo que puedo estar patética y ridícula".Eso de que la actriz se juega la carrera no se lo cree ni ella misma. Cuando se ha hecho Hamlet a los veintipocos años, se ha conseguido un prestigio internacional de la mano de Federico García Lorca y, no hace mucho, se ha tenido el tupé, porque hay que tener tupé, de hacer de Próspero y de Ariel en una misma obra, es ya prácticamente imposible jugarse una carrera. Nuria Espert, con quimono o sin quimono, está irremisiblemente condenada al éxito, a ser la primera Figura de la escena española, la Nurísima, que diría Terenci Moix. Condenada al éxito aunque no agrade o no convenza.

Maquillaje

De Hisashi Inoue. Versión castellana de Armando Moreno (basada en la versión francesa de Patrick de Voss).Intérprete: Nuria Espert. Escenografia: Ichiro Takada. Dirección: Koichi Kimura. Coproducción del Centre Dramátic de la Generalitat Valenciana y la Compañía Nuria Espert. Teatre Rialto, Valencia, 23 de mayo.

En cuanto al riesgo, permitan me que me ría. Ya me gustaría a mí arriesgarme en una coproducción con el oficialísimo Rialto, la bombonera más costosa de España, con una obra y un personaje -uno sólo, la actriz y nadie más- a la medida, con el marido y empresario de traductor, permitiéndose el lujo, compartido con el Centre Dramátic de la Generalitat Valenciana, de traerse a un escenógrafo y a un director del Japón. Otra cosa sería que Nuria estrenase a un novel de Ceuta o de Logroño con un drama histórico sobre los Cien Mil Hijos de San Luis, con todo un ejército apretujado sobre el escenario.

Nuria Espert es Yoko Satsuki, una de las mujeres típicas que a menudo encabezan estas compañías itinerantes de taishugeki (teatro de masas) o shiramachi no kabuki (kabuki de la clase obrera) y que todavía hoy hacen giras en muchas partes del Japón, "librando la justa batalla con la televisión", como dice en el programa Jane Cordry (será la injusta batalla, digo yo). Una acriz que es además autora, directora, directora técnica, artista, maquilladora, maestra de vesuario y pelucas, jefa de relaciones públicas, contable y encargala de la taquilla, así como líder espiritual de un grupo de actores y, como tal actriz, intérprete de personajes tanto femeninos como masculinos.

Todo eso y mucho más es Nuria Espert en el escenario del Rialto, un escenario que, según el dice el texto del japonés, se supone que se halla en un "edificio en ruinas, demasiado próximo a una vía ferroviaria en una zona pobre de una ciudad cualquiera de Japón".

Y es en ese escenario donde por espacio de hora y media (sobran 20 unos minutos) Nuria Espert -Yoko Satsuki- nos cuenta las grandezas y miserias de su oficio.

Teatro dentro del teatro, con toda la retórica del género, sin escatimar ni una sonrisa ni una lágrima- teatro para un monstruo del teatro: para una Glenda Jackson, una Valentine Cortese, una Anne Girardot o una Nuria Espert.

Una Nuria Espert que afronta el dificilisimo y agradecidísimo personaje con una extraordinaria profesionalidad, sin red, mostrando las carnes y las arrugas de una mujer de 55 años.

Nuria Espert no está ni ridícula ni patética. Está como siempre. Es la Nuria de siempre: genial, alternando la mirada y la voz de trágica -por la gracia de Dios- con ese mohín de niña mimada, de eterno primer premio del conservatorio, del viejo conservatorio. Hay momentos en que te la comerías, en los que le aplaudirías esa payasada que sólo ella puede permitirse, y otros en los que te levantarías de la butaca y abandonarías la sala. Pero Nuria Espert es una actriz de todo o nada, y ése es su mérito.

El consejero de Agricultura de la Comunidad Valenciana y el rector magnífico de la Universidad de Valencia fueron las dos personalidades más destacadas de entre el público que anteayer llenó el minúsculo Rialto con motivo del retorno de Nuria Espert a los escenarios. Se la aplaudió mucho menos de lo que cabía esperar y, en mi opinión, la mayoría del público salió defraudada: la obrita se le hizo larga y reiterativa.

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