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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Insólita simbiosis

ES TAL el grado de identificación que se está alcanzando entre la política del Departamento de Justicia y la del Ministerio del Interior que cabe preguntarse si realmente no son uno solo. A la saludable tensión que debe existir -y que existió- entre dos departamentos que tienen perspectivas y sensibilidades distintas, aunque complementarias, ha sucedido en la etapa Corcuera-Múgica una insólita y pacífica convergencia de puntos de vista, tanto más sorprendente cuanto controvertidas y complejas son las cuestiones que a ambos conciernen.En principio, nada habría que oponer a esta especie de simbiosis entre Interior y Justicia, salvo que fuera más allá de los límites de la necesaria coordinación interministerial en el marco de la acción del Gobierno e implicase la absorción en la práctica de un departamento por otro -en este caso, Justicia por Interior-, con lo que se estaría propiciando una peligrosa confusión entre sus respectivas misiones, con grave riesgo para el equilibrio interno del Gobierno y para las garantías y libertades delos ciudadanos. El sorprendente desparpajo con que el actual titular de Justicia -un hombre, por lo demás, conuna amplia historia de viejo luchador por las libertades- aborda situaciones harto complejas de su departamento -por ejemplo, sus desabridas declaraciones a raíz de lafalsa muerte de un recluso de los GRAPO- o delicadas reformas legales, como la que prevé mecanismos especiales para el cumplimiento de las penas de los terroristas, deja entrever un alineamiento total al lado de los criterios policiales -seguridad ante todo-, en detrimento de la pureza de los procedimientos legales y de las garantías jurídicas.

Dentro del habitual reparto de papeles entre ministros, en los Gobiernos democráticos es común que el valedor de las garantías jurídicas, los derechos y libertades, la tutela judicial de los ciudadanos y otras decisiones gubernamentales a favor de la realización de la justicia y la protección de los derechos humanos sea el ministro de Justicia. Del mismo modo, es normal que el titular de Interior tenga entre sus preocupaciones prioritarias la seguridad ciudadana, la lucha contra la delincuencia y la eficacia antiterrorista. Pero en España da la impresión de que ahora existen dos ,ministros del Interior, tal es el entusiasmo que el titular de Justicia muestra ante los cometidos de Corcuera, llegando incluso más lejos que su colega en la función de meter en cintura a delincuentes, terroristas o no, mirar para otro lado cuando el Ejecutivo no colabora con la justicia -caso Amedo,- extradición a Francia del presunto miembro de los GAL Georges Mendaille; cobijo a Rafael Masa, sospechoso de colaboración terrorista- o despachar sin grandes problemas las vicisitudes de los reclusos.

En los últimos años, y en el marco de la furibunda campaña desencadenada por la derecha contra la política penitenciaria y de seguridad ciudadana del primer Gobierno socialista -personificada en el entonces ministro de Justicia, Fernando Lesdema-, desde diversos sectores se reclamó la supresión del Ministerio de Justicia. Conseguido el objetivo de descabalar esta política, el tema fue olvidado sin más, pero los socialistas tomaron nota de lo sucedido para atar en corto a Justicia bajo el pretexto de la "máxima coordinación" con Interior y con el objeto de conjugar en sus debidos términos el binomio libertad- seguridad. El riesgo es que Justicia quede enfeudado a Interior y que el famoso binomio se reduzca a un raquítico monomio, y no precisamente de libertad.

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