Antesala
LAS CONVERSACIONES de James Baker en Moscú con Gorbachov y Shevardnadze ultimaron los preparativos para la cumbre que los líderes de EE UU y la URSS celebrarán en Washington entre el 30 de mayo y el 2 de Junio. Sólo quedan, pues, 12 días para esa reunión, y todo indica que, a pesar de los esfuerzos intensos desarrollados, permanecen desacuerdos sobre cuestiones importantes. Una conclusión clara se desprende de las declaraciones hechas por ambas partes: tanto Bush como Gorbachov tienen un gran interés político en el éxito de la cumbre. El primero, después de una etapa de vacilaciones, ha jugado la carta del apoyo a Gorbachov, a pesar de las críticas de no pocos de los dirigentes del Partido Republicano. Si tuviese que admitir un fracaso en las negociaciones con Moscú sería reconocer que tenían razón los que le han reprochado su aproximación al líder soviético.En cuanto a éste, los triunfos que ha logrado en política exterior -el fin de la guerra fría, los avances hacia el desarme y la distensión, el establecimiento de relaciones cordiales con EE UU y con Occidente en general- han sido la baza decisiva que le ha permitido ser reconocido por todos -soviéticos, simpatizantes y adversarios- como la personalidad con mejores condiciones para dirigir la política soviética en esta etapa. Un retroceso en el frente exterior, cuando los problemas interiores le someten a fuertes tensiones, debilitaría gravemente su situación. Al mismo tiempo, Gorbachov no tiene hoy, a causa de las dificultades internas, la misma libertad de maniobra que en etapas anteriores.En ese marco, el hecho de que el presidente de la URSS haya recibido a la primera ministra lituana precisamente en el momento en que Baker está en Moscú es muy significativo. Aunque formalmente no suponga un inicio de negociaciones, no puede subestimarse el alcance de ese paso, ayer inimaginable. En teoría, ese encuentro no tiene nada que ver con la preparación de la cumbre Bush-Gorbachov. La realidad es distinta: Moscú ha dado la impresión de que se encamina hacia soluciones negociadas, con lo cual ayuda al desbloqueo y mejora el clima internacional.
En todo caso, el punto decisivo de la cumbre de Washington será el tratado sobre disminución drástica, en un 50%, de los misiles nucleares estratégicos (START). Su trascendencia -si se firma- sería incalculable porque afectaría a las armas con mayor poder de destrucción, las que podrían aniquilar de golpe la vida en la Tierra. Las principales dificultades se refieren a los misiles de crucero lanzados desde naves y aviones. Las actuales negociaciones se mueven en zonas tecnológicas sumamente avanzadas, y sólo con grandes dosis de voluntad política se puede salir de gravísimas contradicciones que técnicamente parecen insolubles. La nota relativamente optimista que han dado tanto Baker como Gorbachov, al hablar de progresos en este punto en las conversaciones de Moscú, es alentadora, si bien insuficiente para profetizar un éxito en el encuentro.
Incluso en la hipótesis pesimista, es decir, una cumbre sin tratado START, los presidentes tendrían un largo orden del día de temas a tratar tanto bilaterales como de orden internacional. En el primer aspecto, un objetivo esencial para la URSS es obtener de EE UU el estatuto de nación más favorecida. En el ámbito internacional, superada la guerra fría, podrá avanzarse en la solución de problemas como el de Afganistán: se trataría de preparar elecciones para superar una guerra civil que parece interminable. Es posible también que la cumbre Bush-Gorbachov ayude a otras negociaciones en marcha,. sobre reducción de armas convencionales y prohibición de las químicas. Pero, en cualquier caso, el resultado final se medirá en función del tratado sobre reducción de armas estratégicas. Por eso ha sido el centro de las conversaciones de Moscú.
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