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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un viaje deslucido

EL VIAJE a Moscú del primer ministro chino, Li Peng, no ha tenido la brillantez que los comentarios de la prensa de Pekín habían previsto antes de que tuviese lugar. Sin duda es la primera vez, desde hace 26 años, que un jefe del Gobierno chino visita la capital de la URSS. Pero lo que llama la atención, sobre todo si se compara con lo que fue la visita de Gorbachov a Pekín en mayo de 1989, es que las conversaciones han sido de bajo nivel, concentradas en cuestiones de cooperación concreta, sobre todo comercial y tecnológica, sin referencia a los problemas políticos fundamentales que están hoy planteados en la esfera mundial. La señal más clara a este respecto es la ausencia de un comunicado común, motivada -nadie lo ha disimulado- por serias discrepancias que no pudieron ser superadas en las horas de conversaciones.No es exagerado por ello hablar de frialdad entre los dos Gobiernos, lo que por otra parte es lógico si se tienen en cuenta las líneas divergentes que han seguido en el último año. Cuando en mayo de 1989 Gorbachov visitaba Pekín, se podía aún pensar en el encuentro de dos países socialistas que, después de amargas experiencias, tenían en común la voluntad de llevar a cabo unas reformas económicas y políticas profundas para responder a los anhelos de libertad de sus pueblos. Zhao Ziyang, el abanderado de la reforma, era secretario general del Partido Comunista Chino. Miles de estudiantes, en la plaza de Tienanmen, aplaudieron a un Gorbachov en el que veían un símbolo del cambio. Poco después las autoridades chinas -y fue el momento en que Li Peng eliminó a Zhao Ziyang y tomó las riendas del poder- aplastaron salvajemente el movimiento estudiantil, abandonaron la reforma política y volvieron a los viejos métodos represivos.

Ahora Li Peng visita una URS S en la que el partido comunista ha perdido -después de la reforma de la Constitución- su "papel dirigente" y en la que el pluralismo político se abre paso. En el marco de la lucha política e ideológica que agita hoy a la sociedad soviética, Li Peng encarna el tipo de "socialismo" propugnado por los conservadores enemigos de la perestroika. Su viaje tenía que obviar esas diferencias de fondo. Los Estados chino y soviético tienen problemas comunes derivados de la geografía y de la historia, y les interesa buscar las soluciones más positivas. En primer lugar, la frontera de 7.300 kilómetros que les separa, y en la que la URSS ha concentrado un número excesivo de tropas. Ya en 1989 Gorbachov se comprometió a disminuirlas. Ahora se ha firmado un texto para aplicar esa decisión y fomentar los intercambios locales, útiles para ambos lados. Los otros acuerdos tienden sobre todo a acrecentar las relaciones económicas: China, con bienes de consumo de los que carecen los soviéticos, y la URSS, ayudando al deficiente sistema energético chino.

Pero si el objetivo de Li Peng con su viaje a Moscú era recuperar un papel internacional de primer orden, sus resultados han sido menores. Frente a una recepción oficial correcta -nada más-, los jóvenes en Moscú han manifestado por primera vez su repudio al Gobierno chino por la dura represión contra los estudiantes. Un grupo de consejeros municipales de Moscú presentó una moción pidiendo que el Ayuntamiento expresara su rechazo al ilustre visitante. El Gobierno soviético, por su parte, guardó diplomático silencio sobre Tienanmen, aceptando -como también ha ocurrido en Occidente- el argumento de que la política exterior debe supeditarse a los "intereses de Estado". Pero esta vez en Moscú se han elevado voces no oficiales, voces del pueblo y de la juventud que expresaban su solidaridad con los combatientes chinos por la libertad y la democracia.

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