La burguesía recupera el Country Club
Managua volvió a tener el miércoles vida social. La oligarquía más rancia, los ricos de los últimos años, las familias de siempre y los militares de ahora recuperaron su querido Country Club en una fiesta que nadie había conocido en este país durante los diez años de régimen sandinista.El Country Club dejó esa noche de ser el centro de convenciones César Augusto Silva, nombre puesto por el anterior Gobierno en honor al famoso líder caído en combate en 1933, y volvió a ser el escenario en el que la elite de la sociedad nicaragüense habla de negocios, trama conspiraciones políticas o planifica una jornada de playa en medio de bandejas de paté, queso, pavo y puerco asado.
"Esto ha sido siempre como usted lo ve hoy; los sandinistas lo convirtieron en lo que les dio la gana, pero hoy estamos muy contentos de reunirnos otra vez", decía una de las invitadas a la recepción que la nueva presidenta, Violeta Chamorro, ofreció en la noche del miércoles para celebrar el inicio de su mandato.
El lugar estaba repleto de caras que no se habían asomado al escaparate público en una década. Algunos celebraban el reencuentro con los amigos después de varios años de autoexilio en México o Miami, otros habían llegado a la capital desde sus fincas en el norte o el sur del país para participar en esta gran victoria de la gente bien sobre los advenedizos.
Desempolvar viejos trajes
Ellos tuvieron que desempolvar sus viejos trajes oscuros, inutilizados durante tantos años en los que la moda impuesta por Daniel Ortega permitía el uso de lo más cómodo del ropero, y ellas exhibieron de nuevo sus galas de fiesta y sus joyas más extravagantes.Bajo el techado, los invitados guardan cola para recibir el cotizado beso de doña Violeta Chamorro mientras que su hija Cristiana saluda a esas amigas de siempre a las que ahora no encuentra tiempo para atender. Cerca de las dos mujeres, el nuevo jefe de la familia Chamorro y del país, Antonio Lacayo, trata de satisfacer a todos. Los asistentes no se dan cuenta de que Lacayo se encuentra ahora más identificado y más preocupado por otro de los invitados a la fiesta a quien apenas se acerca nadie. Se trata de Humberto Ortega, el reconfirmado.jefe del Ejército, quien quiso respaldar con su presencia, su traje de gala y sus cuatro estrellas en la bocamanga, el apoyo de la institución militar al nuevo régimen.
El calor no impedía a los invitados del miércoles disfrutar visiblemente del profundo placer de haber recuperado la chaqueta y la corbata, de haber recuperado el poder. Fuera, todo estaba en paz; la policía sandinista custodiaba a los nuevas autoridades con la misma dedicación y eficacia que a las de antes.
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